* Próximo 26 de junio sería el “día cero”
* Cambio climático y mal manejo de recursos
El cambio climático plantea por estos días una descomunal amenaza en Latinoamérica: escasea gravemente el agua en la capital de México, una megalópolis con 21 millones de habitantes. De acuerdo con la Comisión de Agua de ese país -Conagua- y el Organismo de Cuenca Aguas del Valle de México (Ocavm)-, de perseverar la sequía se podría producir el día cero -el del agotamiento del sistema Cutzamala, una de las fuentes principales- el próximo 26 de junio.
A la fecha, el panorama general es muy preocupante. La mayor parte del agua (60%) se obtiene del acuífero subterráneo que ha sido tan sobreexplotado que Ciudad de México se hunde, en promedio, 50 centímetros cada año. El resto del agua proviene del bombeo desde fuentes fuera de la ciudad, siendo la principal los tres embalses que integran el sistema Cutzamala, pero es tan ineficiente por defectos de construcción, que registra fugas de 40%.
La Organización de las Naciones Unidas ONU había estimado que en el año 2050 la cuarta parte de la población del planeta enfrentaría escasez de agua. Esa crisis ya está presente en los municipios del valle de México que enfrentan racionamientos y reducción severa del suministro, desde el pasado noviembre.
México es el segundo país latinoamericano con mayor estrés hídrico, después de Chile. La alarmante situación actual se debe a la anormal reducción de las lluvias durante los últimos meses por el fenómeno de El Niño, que tienen los acuíferos subterráneos y los recursos hídricos en general muy por debajo de sus promedios históricos. Para empeorar las cosas, en medio de la sequía, en la capital, ante la demanda desbordada, pese a las restricciones siguen extrayendo agua al doble de la velocidad a la que se reponen los acuíferos.
Los expertos en el tema manifiestan que los problemas de Ciudad de México con el agua se remontan a los tiempos mismos de su fundación y se deben esencialmente a mala gestión pues ha sido constante, a lo largo de los siglos, la alteración del curso de fuentes naturales, el drenaje de lagos y otros desaciertos que alteraron el equilibrio hidrológico de la región. También resulta difícil preservar y mantener la infraestructura porque la capital reposa sobre lo que era un lago, una superficie de tierra arcillosa e inestable. Con esas limitantes han tenido que enfrentar el colosal incremento de la demanda, proporcional al crecimiento de la población.
La realidad actual es que por el cambio climático 60% de toda la población del país enfrenta sequía, de moderada a excepcional. Y 90% de la Ciudad de México está en sequía severa, situación que empeora todos los días, otro escenario en el cual el calentamiento global deja de ser tema de análisis y de especulaciones, y se concreta en largas sequías, olas de calor intenso y escasez de agua que ponen a millones de personas en situaciones apremiantes.
Con las elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina (serán el próximo 2 de junio) quien ha salido a negar con mayor vehemencia la posibilidad de que se pueda llegar al día cero, es el actual presidente Andrés Manuel López Obrador. Desde la ciencia la mayor posibilidad para resolver la crisis se asocia con la temporada de lluvias, que tradicionalmente comienza en mayo. Pero justamente el problema consiste en que uno de los principales efectos de El Niño es la disminución de las lluvias. El año pasado, por ejemplo, el país registró 25% menos de lluvias respecto del promedio histórico.
Frente a la avalancha de protestas y de críticas de la población cada vez más afectada por la escasez y los racionamientos, López Obrador se comprometió a elevar en 30% el suministro de agua en los próximos meses, una propuesta difícil de creer porque su estrategia se basa en incrementar la excavación de pozos, cuando la capacidad del acuífero subterráneo ya está gravemente limitada.
Las soluciones serias están más hacia la construcción de sistemas de recolección de agua lluvia y el desarrollo de métodos avanzados de reciclaje. También sería positivo arreglar las fugas y acometer trabajos ambiciosos para restaurar ríos y humedales. Pero son, por supuesto, soluciones de largo plazo por lo cual los 21 millones de habitantes de Ciudad de México tienen hoy su suerte cifrada en que desde mayo vuelvan las lluvias y que vuelvan fuertes o al menos con niveles normales. De lo contrario serán la primera ciudad de gran tamaño del continente y del mundo que reciba la factura del cambio climático, la deforestación, la contaminación y el mal manejo de las fuentes acuíferas, con el trágico costo de quedarse sin agua.