Metafísica de la paz | El Nuevo Siglo
Jueves, 14 de Noviembre de 2013

*Un monstruo de mil cabezas

*Rechazamos abominables atentados

 

El  ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón,  denunció la conjura de las Farc por cuenta de la columna Teófilo Forero, una de las fuerzas mejor  más experimentadas en ataques terroristas, responsable de numerosos atentados y asesinatos,  de orquestar un atentado contra el expresidente Álvaro Uribe y el fiscal, Eduardo Montealegre, por lo que anunció que  se ordenó de inmediato  un refuerzo de las medidas de protección del político y  su familia. El expresidente Uribe, a lo largo de su carrera ha defendido la legitimidad del Estado para garantizar militarmente el orden y la soberanía nacional, hasta limpiar el país de subversivos. Durante ocho años de gestión gubernamental se ocupó no solamente en combatirlos, sino en fomentar una política de seguridad y desarrollo económico para derrotar el atraso y erigir fortalezas militares en las zonas estratégicas más apartadas del país, que junto con la Fuerza Aérea les han impedido a los subversivos atacar los grandes centros urbanos, como lo intentaron en el pasado.

Sin que, por desgracia, el Estado pudiese acabar plenamente con ese flagelo de la violencia, si bien  dejó muy golpeada a las Farc con gran parte del Secretariado eliminado,  se hizo  evidente que la violencia colombiana es un monstruo de mil cabezas. Esto obedece en gran parte a la estrategia que desplegó el subversivo Alfonso Cano, para descentralizar al máximo el esquema organizacional de las Farc y modificar las relaciones con la población en sus zonas de influencia,  que les permite subsistir en comandos de relativa independencia  unos de otros en diversas regiones del país.  Se afirma que organizó nuevos comandos con elementos sin antecedentes para fomentar a futuro  la subversión en las ciudades en cerca de 80 poblaciones del país, sistema que tendría  que ver con la frecuencia de explosiones aisladas en sedes estudiantiles o en barriadas urbanas, en las que se entrenaban en la elaboración de bombas artesanales. Y más sofisticadas. La decisión estratégica de ir a la guerra de guerrillas urbana se habría tomado, precisamente, para evadir los frecuentes bombardeos de la Fuerza Aérea Colombiana, que al final le costaron la vida al mismo Cano. Otros comentan, que dejó establecida la relación internacional para la compra de misiles, de los cuales algunos han entrado al país, unos cuantos han sido confiscados por las autoridades y unos pocos han dado en el blanco contra aviones en pleno vuelo. Al mismo tiempo se conocen correos de Cano, en los cuales se mostraba dispuesto a llegar a posibles negociaciones de paz, siempre dentro de los parámetros de Tirofijo de una amnistía, el reconocimiento de extensas  zonas en donde pretenden  mantener el predominio, la legalización de grandes fortunas, la creación de un partido político propio  y el reconocimiento de una cuota importante de escaños en el Congreso para los suyos y fuerzas afines. Lo que indica que tienen tres proyectos, el de seguir con la guerra en los campos y el de impulsar la guerra en las ciudades, donde han dado muestras de capacidad de agitación en ocasión del paro que sacudió el país de extremo a extremo, al tiempo que negocian en La Habana...

Lo evidente es que dentro del esquema de la metafísica de la paz, sobre el cual a diario opinan colombianos y extranjeros con sorprendente propiedad, para anunciar a todo trance que tienen la fórmula de la paz, rara vez se afronta con realismo el tema. Lo que se observa en la práctica es que las Farc no se han concentrado en alguna zona en especial del país, para, en un momento dado, hacer entrega de las armas y que su predominio se fortalece con el apoyo de políticos oportunistas tradicionales en las zonas en donde tienen dominio sobre el negocio de los cultivos ilícitos, tema que corresponde al tercer punto de la negociación en La Habana. Lo mismo que algunos afirman con cierto conocimiento de causa que sectores de la subversión como la Teófilo Forero, que comanda El Paisa, tienen su propia agenda de combate, que no es la misma de los comandantes de La Habana.

Sin ser otra cosa que  comentaristas públicos  que respaldamos los esfuerzos de paz negociada del Gobierno y de presión militar en busca de la derrota final de la subversión, es evidente que para salir de la metafísica de la paz y entrar a la praxis, es preciso desarrollar la infraestructura de la periferia del país, eliminar los cultivos ilícitos, fuente de financiación de los subversivos, y entrar a controlar la soberanía nacional en esas zonas donde nuestros ricos minerales los comercian los violentos. Y rechazamos, el abominable y cobarde proyecto de los terroristas de atentar contra el expresidente Álvaro Uribe y contra el  fiscal Eduardo Montealegre.