* Por fenómeno de La Niña lluvias serán intensas
* No más tragedias anunciadas en Colombia
En momentos en que la pandemia de covid-19 parece ceder de manera sustancial, aunque el riesgo de un rebrote o del surgimiento de nuevas cepas y variantes no ha desaparecido, Colombia debe mantener las alarmas prendidas, sobre todo en su sistema de prevención y atención de emergencias ¿La razón? Esta semana comenzó oficialmente la primera temporada de lluvias del año, que será especialmente intensa debido al impacto del fenómeno climático de La Niña, cuya principal consecuencia es un aumento de la pluviosidad y de las bajas temperaturas.
De hecho, ese fenómeno de variación climática es el que explica por qué el comienzo del año, que se supone era de temporada seca, estuvo tan pasado por agua en varias regiones del país. Una atipicidad invernal que, lamentablemente, generó no pocas emergencias, con graves tragedias a bordo, como ocurrió en Risaralda el mes pasado. De enero a mitad de este mes, por ejemplo, hubo 421 eventos en 226 municipios de 24 departamentos, que dejaron más de 30 mil personas afectadas y casi medio centenar de muertes.
Según el Ideam y la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, en la primera mitad de marzo se dio el periodo de transición entre la temporada seca y la invernal, que ahora ya comenzó en forma y se extenderá hasta junio, siendo los meses de abril y mayo los más drásticos, sobre todo en las regiones Andina y Pacífica. Ya está advertido el riesgo de aumento de los caudales en los principales ríos de estas dos zonas así como de la Orinoquia. A ello se suma que las cuencas altas y medias de afluentes tan importantes como el Cauca y el Magdalena necesitan monitoreo permanente.
En vista de lo anterior, es claro que todas las esferas gubernamentales, tanto la nacional como las departamentales y municipales, deben prepararse para un periodo de lluvias que se prevé muy intenso y, por ende, aumenta de forma sustancial el riesgo de derrumbes, desbordes de ríos en zonas bajas, anegamientos urbanos, afectación de infraestructura vial, tormentas eléctricas y otras tantas contingencias derivadas de los aguaceros permanentes.
Aunque el sistema de respuesta a este tipo de emergencias ha mejorado de manera gradual en la última década, no se puede negar que la eficiencia del mismo pudo verse afectada en los dos años recientes debido a la cantidad de recursos presupuestales, humanos y técnicos que se dirigieron prioritariamente a atender la crisis pandémica.
Por lo mismo, es imperativo que, bajo la coordinación ministerial y de la citada Unidad, gobernadores y alcaldes afinen sus esquemas de atención, prevención, mitigación y reconstrucción de daños causados por el invierno. Ya existe un conocimiento amplio de las zonas en donde el riesgo de deslizamiento de tierra o de inundaciones a gran escala pueden llegar a causar tragedias. Es urgente tomar medidas para la evacuación precautelativa de la población en riesgo.
El sector agroindustrial debe prepararse también para dos meses largos de lluvias y bajas temperaturas, lo que seguramente puede impactar el ciclo de productividad de las cosechas, un elemento complicado más aún en momentos en que la inflación de alimentos continúa disparada por causas externas y locales muy marcadas.
A todo lo anterior debe sumarse la necesidad de que el sistema de salud se prepare para hacer frente al aumento estacional de enfermedades respiratorias agudas, sobre todo en menores de edad, y más aún ahora que hay un completo retorno a la presencialidad educativa, a diferencia de lo ocurrido en 2020 y 2021, cuando la mayoría de los alumnos recibían clases virtuales en sus respectivas casas como medida de precaución por los picos de covid-19. Es claro, igualmente, que este tipo de patologías resultan ser un caldo de cultivo para este coronavirus, razón por la cual la prevención sanitaria debe redoblarse.
Como se ve, el país se enfrenta a partir de esta semana a un panorama invernal muy complicado. Con todos los campanazos y alertas dadas por las autoridades meteorológicas y el sistema de atención de emergencias, el riesgo de tragedias anunciadas tiene que reducirse ostensiblemente. De hecho, bien harían la Procuraduría, Contraloría y demás entes de control en llamar a las administraciones seccionales y locales a estar listas para enfrentar cualquier contingencia climática prevenible. Las ineficiencias o demoras en este flanco se pagan, lamentablemente, con pérdida de vidas y daños cuantiosos. No hay excusa.