* Crece pesimismo e incertidumbre empresarial
* La política económica no transmite confianza
El rumbo de la economía en Colombia empeora. Y no solo porque en el tercer trimestre del año se haya presentado un crecimiento negativo del 0,3%, sino porque, en general, la mayoría de los indicadores macro y micro continúan a la baja o, simple y llanamente, en números rojos. Ya hasta el propio Gobierno, que contra toda evidencia venía negando la gravedad de la descolgada productiva, admitió por intermedio del propio Ministro de Hacienda que no se puede descartar un riesgo recesivo a corto plazo.
De hecho, en la última semana tanto el Banco de la República como la OCDE bajaron aún más sus previsiones de crecimiento colombiano para este año, llevando a que, incluso, en muchos sectores se empiece a poner en duda que el país logre siquiera llegar al 1%, un resultado ya de por sí crítico si se compara con el 7,5% de aumento del PIB en 2022 y el récord del 10,6% del 2021.
Pero no son solo las cifras las que preocupan sino el pesimismo que se está generalizando en el sector productivo y cómo ello impacta en los planes para 2024, un año que, al tenor de los pronósticos oficiales y privados locales, así como de la banca multilateral, apunta a ser tanto o más crítico que el 2023.
Las encuestas de las últimas semanas coinciden en que la mayoría de los consultados no solo considera que el país va por mal camino, sino que no vislumbran una corrección a corto plazo, obviamente jalonada por el gobierno de turno.
Esa percepción pesimista también empieza a ser muy marcada entre el empresariado. Los congresos y asambleas gremiales y sectoriales del último mes son una prueba evidente de ese escenario de alerta generalizada. Incluso, ese terminó siendo uno de los aspectos más relevantes de la Encuesta de Opinión Industria Conjunta de la ANDI, dada a conocer el martes. Lamentablemente, dada la cantidad de informes rubro por rubro del último año, no sorprendieron las conclusiones en torno a que se mantiene la caída en producción, ventas y exportaciones del sector industrial y manufacturero. Es más, en algunos renglones la curva negativa ya va rumbo a completar nueve, diez o más meses sin cambio alguno.
Lo que prende aún más las alarmas es que el clima de negocios e inversión, es decir la iniciativa empresarial hacia el corto y mediano plazos, es cada vez más cauteloso. De hecho, en la citada encuesta de la ANDI llama la atención que entre las principales dificultades reportadas por las empresas para desarrollar proyectos de inversión están, en orden descendente, las tasas de interés (20,6%), la incertidumbre por reformas gubernamentales que tramita el Congreso e inestabilidad política (18,7%), la baja demanda (17,2%), la tasa de cambio (12,4%) y la incertidumbre económica en general (12%), entre otros aspectos.
Vista esa situación, se entiende por qué la percepción de los empresarios sobre el clima de los negocios es cada vez desfavorable. No solo disminuyó el porcentaje de quienes consideran que la situación de su compañía es buena sino de aquellos que prevén una mejor situación en el futuro inmediato. También impactan las respuestas de los líderes de la industria y la manufactura en torno a los motivos para dejar Colombia y ubicarse en otro país. Y es que a la entendible y lógica razón de tener una mayor cercanía al lugar de destino de los productos (43,8%) y un mejor acceso a materias primas e insumos (28,8%), se le suman otras razones que no se consideran normales, como incertidumbre económica (41,1%), incertidumbre por el impacto de las reformas (30,1%), costo país (26%) y seguridad jurídica (24,7%), entre otros.
Estos últimos rubros tienen una relación directa con la política económica del gobierno de turno y, por ende, reflejan cómo esta se ha convertido en el último año y medio en el principal lastre del dinamismo del sector productivo, desacelerando la generación de empleo, ya que frena la decisión de emprender nuevos proyectos y negocios. Incluso, algunos analistas sostienen que hay capital para invertir, pero la recomendación es esperar a que se despeje el panorama de las reformas y la directriz del Ejecutivo en general.
Lo más grave es que esa sensación de incertidumbre y preocupación tiene un mayor impacto en un país en donde el grueso de las unidades industriales, comerciales y de generación de productos, bienes y servicios son micro, pequeñas o medianas empresas. Es decir, rubros en donde la percepción individual y colectiva pesa tanto como las frías cifras a la hora de aumentar el dinamismo o desacelerarlo. La conclusión, entonces, es una sola: si el Ejecutivo no transmite confianza, optimismo ni esperanza, la economía real no despegará y, por el contrario, se profundizará la barrena actual, con el riesgo recesivo cada vez más cerca.