Mártir de la democracia | El Nuevo Siglo
Viernes, 8 de Julio de 2022

El magnicidio de Shinzo Abe

* Luto universal por el Japón

 

El asesinato de Shinzo Abe, en el Japón, ha sumido al mundo en el desconcierto. El exprimer ministro representaba, como jefe del Partido Liberal Democrático, mucho de lo que esta nación había avanzado en los últimos años, conservando el tercer lugar entre las principales economías del planeta, después de Estados Unidos y China.

Pero lo que más desconcierta, justamente, es que un país con una de las menores tasas de homicidios en el mundo se hubiera visto estremecido con una noticia de semejante impacto. Porque, en efecto, no es para nada común que los japoneses sean estremecidos cotidianamente con ningún tipo de asesinato, mucho menos uno que se llevó por delante a un líder que simplemente avanzaba su discurso en una pequeña manifestación electoral ante un puñado de personas en una esquina de un barrio de Nara, una ciudad intermedia al oeste de la nación del sol naciente, cerca de Osaka.

De hecho, Japón goza de un estricto control al porte de armas por parte de la ciudadanía. Y en ese sentido, el asesino de Abe simplemente fabricó un rudimentario artefacto que le sirvió de pistola, logrando impactar al líder político con una doble carga, tanto en el corazón como en el cuello.

Como se sabe, Abe fue un gran recuperador de la potencia japonesa cuando gobernó el país, en su segunda oportunidad, entre 2012 y 2020. Bajó las regulaciones, cambió parte del régimen tributario, generó una elasticidad monetaria e hizo que de nuevo las empresas privadas de su país se pusieran a la vanguardia, con ello esa nación pudo volver al sitial que ocupaba, luego de un periodo en el que pareció desfallecer como una de las principales economías del mundo.

Todo esto lo hizo Abe con un propósito adicional: insertar a Japón dentro del concierto de naciones afiliadas a las democracias occidentales, en medio de la turbulencia que ya se veía venir en el Lejano Oriente. Bajo esa premisa, el fallecido líder comenzó a poner al país como una eventual potencia militar en la zona, después de la veda armamentística que debió sufrir a raíz de la derrota en la Segunda Guerra Mundial, tras haber padecido la hecatombe de Hiroshima y Nagasaki, con el lanzamiento de la primera bomba nuclear que puso fin a la contienda en el Pacífico y terminó de un palmo con la vida de cerca de 500 mil personas.

Por otra parte, Abe provenía de una importante dinastía política en la que se abuelo había sido también primer ministro y su padre ministro de Relaciones Internacionales. Pero fue él, ciertamente, el que obtuvo una relación muy estrecha con Occidente y desarrolló relaciones de alto calado con los principales líderes del orbe.

El asesino de Abe, quien simplemente participaba de la pequeña manifestación y que incluso vivía cerca del lugar, fue de inmediato capturado. Pero las motivaciones del magnicidio continúan siendo un misterio, pues solo atinó a decir que el exprimer ministro era amigo de alguna congregación religiosa que él detestaba y, por lo tanto, ‘merecía morir’. Otras versiones sostienen que el atacante, un exmarino desempleado, culpó a Abe de no tener trabajo y por ello terminó con su vida. En suma, dos interpretaciones que hacen presumir que el homicida tenía problemas mentales.

Ahora, después de que Abe recuperara el temple japonés tras la melancolía causada por tsunami de 2011 y la tragedia nuclear de Fukushima, la nación vuelve a quedar sumida en la incertidumbre. Habrá que esperar, naturalmente, el resultado de las indagaciones finales con el fin de esclarecer cuál fue la motivación del magnicidio.

A no dudarlo, el líder fallecido era el principal político nipón de los últimos tiempos, no solo por haber llegado a la primera magistratura en dos ocasiones sino por lograr la inspiración del Japón moderno. Aunque para sus detractores tenía un rescoldo de nacionalismo enquistado en sus políticas, incluso con amagos del viejo Japón imperial, lo cierto es que para la mayoría el dirigente había restituido, con paciencia y salvaguardado con tino, la posición japonesa en un mundo cuya turbulencia ya se veía venir. Y esto lo había hecho volviendo por los resortes y la capacidad de innovación que la nación asiática había mostrado en la posguerra y que logró revivificar en los lustros recientes.

El asesinato del ex primer ministro es una mala noticia para el mundo, en medio de la confusión suscitada por la pandemia del coronavirus y la guerra de Ucrania. Todavía peor cuando muere defendiendo la democracia y haciendo campaña política para los comicios senatoriales de mañana. Por eso no tenemos duda en decir que Abe es un mártir de la democracia universal.