Este año en el cual se cumplen quinientos años de la publicación de El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo, texto en el cual el famoso florentino destaca algunas de las leyes de las política, resulta de interés recordar que el genial pensador señalaba que las componendas y el fraude se acuerdan antes y no después, para referirse en aquellos tiempos a las elecciones que se hacían por lo general con algunos vicios que ponían en duda su transparencia. Es de anotar que aún en Roma se recuerda que para la elección del cardenal Borja de Valencia, quien después figuraría como el papa renacentista por excelencia Alejandro VI, protector de artistas y renovador del arte y la arquitectura del Vaticano, del palacio que ocupaba salieron varios cargamentos de oro y según dicen los comentaristas contribuyeron a su elección. Esa sentencia de Maquiavelo pareciera que no la siguen las autoridades electorales venezolanas que súbitamente durante el proceso electoral por la Presidencia en el que se enfrentaron por el Gobierno, Nicolás Maduro, y por la oposición, Henrique Capriles. Puesto que las intervenciones de la Presidencia de ese organismo, casi desde un primer momento despertaron toda suerte de dudas sobre su objetividad e imparcialidad, dado que siendo ella representante de la sociedad civil en un organismo exige de sus miembros la independencia de los partidos políticos, apareció el día de las elecciones luciendo un brazalete de la Revolución Chavista.
Otro aspecto que dejó dudas de la transparencia del sistema electoral en esa jornada memorable es la ausencia de testigos de la oposición en el interior del sistema electoral. Esa falencia la suplieron los distintos partidos con las respectivas actas de votación en un sistema en el cual la huella de cada votante es registrada y puede, en consecuencia, cotejarse con el voto de cada quien. Esa información le permitió a la oposición al hacer la suma de los votos llegar a la conclusión de que había ganado la competencia por la Presidencia. Así lo dieron a entender los miembros del comando de campaña de Capriles y el Secretario de la Mesa de Concertación, Ramón Guillermo Avedelo, en declaraciones que dieron a los medios de comunicación a la espera de que los resultados positivos fuesen reconocidos por el organismo estatal. Por su parte el jefe del comando gobiernista afirmaba casi a la misma hora que si ganaban la Presidencia por un voto, la defenderían con todo. Y al mirar los rostros de los principales miembros de las distintas campañas se podía observar la alegría de los de Capriles y la tensión y angustia de representantes de la revolución chavista. Los partidarios de Capriles se precipitaron a salir a las calles a celebrar el triunfo con fundamento en sus propios datos y la cantidad de gente que había salido a votar a su favor por esa causa, incluso en los barrios populares. Naturalmente, esos no eran datos extraoficiales. También se presentaban algunos choques con milicianos chavistas que sostenían que ellos habían ganado o que no estaban dispuestos bajo ninguna circunstancia a entregar el poder.
A esa altura de los comicios se temía lo peor de una confrontación que podría degenerar en eventuales choques entre las partes adversas y hostiles, por defender su victoria. Para evitar más dudas y contribuir a la legitimidad del proceso democrático el candidato Capriles quien se consideraba victorioso pidió públicamente un reconteo de votos, puesto que trascendió que la directora del organismo electoral estaba más dispuesta a hacer valer el significado político de su brazalete, que la imparcialidad de su misión como garante del proceso electoral. Es de recalcar que el propio presidente Nicolás Maduro en esos momentos de tanta tensión y en los que las partes parecían estar dispuestas a lanzarse unos contra otros para hacer respetar su voluntad política por la fuerza, públicamente expresó que se debía hacer un reconteo de la votación. Pasaron unas cuantas horas angustiosas y de manera súbita el organismo electoral declaró ganador al presidente Nicolás Maduro. Hasta los propios chavistas, la prensa y la opinión pública se sorprendieron con el anuncio. Todos a una se preguntaban cómo es posible que la funcionaria encargada de velar por la transparencia del proceso desconociera la voluntad de los dos candidatos y proclamara uno de estos, fuera de declarar que de ninguna manera aceptaría un reconteo electoral.
En el exterior se supo de la indignación de los seguidores de Capriles que de nuevo se lanzaron a las calles a protestar, siendo agredidos algunos de ellos por pobladas o por la fuerza pública. En ese momento tanto Estados Unidos como la Unión Europea exigieron que para devolver la legitimidad a las elecciones se debía cumplir la palabra empeñada de Nicolás Maduro y Henrique Capriles de verificar presencial y matemáticamente los resultados de la elección. Entre tanto, Colombia y otros países miembros de Unasur por razones políticas diversas salieron a reconocer verbalmente como ganador a Maduro. Lo que no calmó los ánimos en Venezuela. Nuevamente desconociendo las leyes de Maquiavelo en la Cumbre de Unasur en Lima; los presidentes miembros de ese organismo ratifican su reconocimiento al Gobierno de Maduro y, a su vez plantean que se debe hacer después un reconteo. Es obvio que se ha debido proceder a la inversa según el criterio de Maquiavelo; primero el reconteo y después el reconocimiento del triunfo electoral de cualquiera de los dos candidatos. De todas formas es un avance que se verifiquen los votos que anteriormente se había negado la autoridad electoral a cumplir con esa exigencia para convalidar y legitimar la elección.