Nativo, interno, suicida, bárbaro y alienado. Esas pueden ser, salvo algunas particularidades, las cinco características básicas del terrorismo que está azotando a Europa en los últimos años y que tuvo su último y fatal capítulo la noche del lunes en Mánchester (Inglaterra), en donde un joven británico de ascendencia libia, cargado con explosivos, se hizo explotar a la salida de un concierto, justo cuando miles de niños y adolescentes abandonaban el lugar.
El suicida nació en el Reino Unido pero sus padres son libios que llegaron años atrás huyendo de la dictadura de Gadafi. No fue, en consecuencia, un “musulmán extranjero” el perpetrador del acto terrorista, ni tampoco se tenían noticias de que haya viajado a países en donde las facciones del ‘Estado Islámico’ adoctrinan a los llamados “lobos solitarios” para que regresen a Occidente y utilizando los medios que tengan a la mano perpetren ataques indiscriminados.
A lo anterior se suma que el modus operandi volvió a ser el de la inmolación del victimario, lo que supone, al decir de los expertos en antiterrorismo, una de las circunstancias más difíciles de combatir y, sobre todo, de prevenir. En la mayoría de los casos el atacante no golpea a un blanco específico y selectivo, sino que simple y llanamente busca la mayor aglomeración de personas posible para hacerse estallar y causar el número de víctimas más alto. Algunos de los ataques terroristas de los últimos tiempos en varios países europeos se basaron más en tomar vehículos pequeños o grandes y embestir transeúntes, sin que necesariamente el terrorista tuviera una vocación suicida e incluso en algunas ocasiones logró huir. En otros casos, las armas han sido simples cuchillos y de este modo su capacidad de daño es baja y hasta la reducción del atacante se hace más posible. Por el contrario, cuando se trata de una persona que sabe y acepta que va a morir, la situación es sustancialmente más complicada porque así como puede escoger un lugar altamente vigilado por las autoridades, en donde hay una mayor opción de detectarlo a tiempo, también opta por golpear en una zona periférica en donde encuentre una muchedumbre reunida. En el caso de Mánchester es claro que hubo una falla en los protocolos de seguridad.
En cuarto lugar es evidente que la intencionalidad del atacante era no sólo causar el mayor número de víctimas posible, sino golpear en donde a los gobiernos, las sociedades, las familias y las personas más les duele: los niños y adolescentes. Esto evidencia una escala más en el índice de barbarie del terrorismo yihadista, como también el grado de alienación mental al que están llegando miles de personas seguidoras del ‘Estado Islámico’ que ya no se detienen ante nada ni ante nadie. Un desquicio total. Una total deshumanización.
¿Es posible detectar a tiempo un ataque perpetrado por un enemigo nativo, interno, suicida, bárbaro y alienado? Esa es la pregunta que ayer se hacían no sólo en Inglaterra sino en Europa y todo el planeta. Al decir de los expertos si bien se puede asegurar que tanto en Irak como en Siria los países aliados, con Estados Unidos y Rusia a la cabeza, están ganándole la guerra a las facciones yihadistas, en el propio territorio de las naciones occidentales la están perdiendo.
En el Reino Unido, por ejemplo, las alarmas estaban al máximo desde que en marzo pasado un hombre atropelló a decenas de personas en el emblemático puente de Westminster y luego intentó ingresar al Parlamento, en donde alcanzó a apuñalar a un policía antes de ser abatido. En total cinco personas murieron durante el acto terrorista. El lunes en la noche el blanco no fue la capital británica sino Mánchester, una de las ciudades más importantes del país.
Hasta anoche se desconocía si el atacante actuó solo o fue una célula terrorista la que planificó la acción demencial. La captura de un presunto sospechoso horas después del ataque parecería inclinarse por la segunda alternativa.
¿Qué tanto fallaron en este caso los servicios de inteligencia británica? ¿La rapidez con que el ‘Estado Islámico’ reivindicó el atentado permite concluir cien por ciento que sí estuvo detrás de su autoría o inspiró al atacante? ¿Cuál fue el móvil real de este último?... No hay una respuesta concluyente a esos interrogantes y menos aún a qué impacto tendrá este atentado en la recta final de la campaña electoral en Inglaterra o si será necesario aplazar, precautelativamente, eventos deportivos y masivos en ese país… Lo único claro es que el terrorismo golpeó de nuevo y nadie sabe cómo detenerlo.