*Dos Papas notables
*Un balance fragmentario
Aquellos que se rigen por la numerología y que tienen agüeros al respecto, consideran que el 13 es un número de singulares presagios, unos buenos y otros negativos, según cómo les va en la feria. Lo que se observa en la realidad es que el 2013 ha sido un año de luces y sombras, de altibajos políticos nacionales e internacionales.
La población del mundo se sorprendió cuando se supo que la Iglesia Católica elegía en Roma a un cardenal hispanoamericano, nativo de Argentina, Jorge Mario Bergoglio. El Papa Francisco es elegido el 13 de marzo a las 8 y 12 p. m., siendo el primer jesuita que es exaltado al trono de San Pedro. El cardenal Jean-Louis Touran, como es la costumbre, en dos palabras anunció: “habemus Papam”. Francisco ha conmovido a la humanidad, su sencillez y notable capacidad para comunicarse lo eleva a los primeros planos. Lo primero que dijo en referencia a la Patagonia, que “mis hermanos cardenales han ido a buscar al fin del mundo”. Varias publicaciones en distintos continentes lo han proclamado como el personaje del año, como lo hizo entre los primeros El Nuevo Siglo. Sin que por tal razón olvidemos la conmoción informativa que produjo el Papa Benedicto XVI, al renunciar a su condición de Sumo Pontífice. La mayor prueba de humildad y desdén por el poder que puede darse, la que quizás se explica por su erudición de notable filosofo de la Iglesia.
Los más amplios y continuos titulares se refirieron a los escándalos diplomáticos e informativos en los que se han visto envueltos los Estados Unidos, el Gobierno del presidente Barack Obama y las agencias de seguridad, por cuenta de las sensacionales revelaciones de Edward Snowden, que han mostrado no solamente las intrigas a que son dadas las potencias, sino la debilidad del sistema de información digital. En Rusia, algunas dependencias oficiales han vuelto a la máquina de escribir, para evitar filtraciones automáticas.
“Ha hecho un daño innecesario a los servicios de inteligencia y a la diplomacia de Estados Unidos”. Así resumía Barack Obama las consecuencias que para este país han tenido las revelaciones sobre los programas de vigilancia de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) que Edward Snowden ha ido destilando a la prensa en estos seis últimos meses. Las filtraciones sobre el espionaje masivo de la Administración estadounidense han convertido al informático de treinta años no sólo en el delator más famoso de la historia de este país, por encima de Chelsea Manning o Daniel Ellsberg, sino en la mayor amenaza para la seguridad nacional en la historia de EE.UU. y en un lastre que ha puesto en jaque la credibilidad internacional, no sólo de Washington, sino de su propio Presidente.
Otros medios estuvieron por señalar al gobernante ruso Vladimir Putin, como el primer dirigente internacional, puesto que saltó del comunismo cuadrado del KGB, al primer plano de la política en medio de la lucha democrática y electoral, en un país que ha sido partidario de siglos del absolutismo. La economía rusa se ha recuperado y el país sigue siendo una potencia militar, que por la vía diplomática ha logrado singulares avances y consiguió evitar una guerra terrible en Irán. Putin, en su país es un ultraconservador, ya que defiende los valores que proclama la Iglesia Ortodoxa Rusa, la familia, las buenas costumbres, el matrimonio entre seres de distinto sexo.
China avanza por la supremacía mundial. En Alemania la canciller Ángela Merkel, se mantiene firme al frente de esa potencia. En Italia, la izquierda atrincherada en los tribunales, consigue sacar del Parlamento a Silvio Berlusconi, quien los barrió varias veces en las urnas. Mariano Rajoy sorprendió, contra el parecer de algunos premios Nobel de economía, con sus implacables medidas económicas y ha logrado poner la casa en orden; el país está saliendo del huracán que amenazaba arrasarlo. La sociedad internacional perdió, entre otras figuras, a Margaret Thatcher, el líder sudafricano Nelson Mandela y al comandante Hugo Chávez, quien murió en una clínica en Cuba, tras una dramática despedida en Venezuela; lo sucede Nicolás Maduro, al que lo zarandea una grave crisis económica. En Siria continúa la guerra, que cobra cada día más muertes. En Egipto, el general Sisi derrocó el gobierno fundamentalista, en tanto los Hermanos Musulmanes apelan al terrorismo.
Colombia muestra estabilidad con anarquía, con positivos resultados económicos, algunos nubarrones sociales y políticos. Se avanza en las negociaciones de paz con equiperos liberales. Sorprendió el paro cafetero. Después el paro agrario que sacudió el país y amenazó el suministro de alimentos en las grandes ciudades. El Gobierno que consideraba era una manifestación inane sin respaldo popular, alcanzó a reaccionar y negociar con tino. El fallo de la Procuraduría, que no del procurador Alejandro Ordóñez, como repiten en coro los medios de comunicación, provocó la airada reacción del alcalde Gustavo Petro, quien invocó su condición de subversivo amnistiado y las conversaciones en La Habana, con el objeto de que no le apliquen la ley. La incertidumbre en torno del fallo injusto de la Corte de La Haya sigue siendo un dolor de cabeza para los colombianos. Y tras la muerte del juglar del Cesar, el país se obsesiona con el tema de la reelección, las elecciones al Congreso, la negociación de paz y la creciente inseguridad.
Lo que se observa en la realidad es que este ha sido un año de altibajos políticos nacionales e internacionales