Son muchas las expectativas que están creadas respecto a lo que pueda salir de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) que se desarrollará esta semana en Cuba.
Los 33 países que son miembros del naciente bloque y que reúne a las naciones del continente, exceptuando a Estados Unidos y Canadá, tienen en la agenda varios puntos, especialmente los referidos a las instancias de integración, la toma de decisiones consensuadas, el proceso de paz en Colombia y las crisis puntuales que se están registrando en algunas naciones.
En la antesala del evento, al que asistirán la mayoría de los presidentes y jefes de gobierno, así como cancilleres de la zona, se han abordado ya los primeros puntos de la declaración final, la misma que deberá pasar a criterio de los ministros de Relaciones Exteriores entre lunes y martes, para que ellos den las puntadas finales y haya un documento ya sólido que los mandatarios asuman el miércoles, cuando se dará la jornada más importante de la cumbre.
Según ha trascendido, uno de los puntos centrales del cónclave de gobiernos latinoamericanos y caribeños será el relacionado con declarar a América como “continente de paz”, lo que lleva necesaria y obligatoriamente a que la cumbre analice lo que está pasando con el proceso de paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las Farc, que precisamente se realiza en Cuba. Se da por seguro que la declaración final tendrá un punto específico de apoyo a la negociación y se reiterará la disposición de todos los miembros del Celac a colaborar para que la guerra termine por fin en nuestro país.
Igual será tema central lo relativo a la posibilidad de que Cuba, después de varias décadas, pueda volver al seno de la Organización de Estados Americanos (OEA). Aunque el gobierno de La Habana se muestra lejano a esa circunstancia, el hecho de que haya sido invitado el secretario general del máximo organismo continental, José Miguel Insulza, ya es un elemento positivo.
Lo importante, en el fondo, es que la Celac se vaya consolidando como un ente multilateral ajeno a las corrientes e ideologías políticas imperantes, de forma tal que no se deje arrastrar por las posturas del llamado “socialismo del siglo XXI”, como tampoco por los gobiernos de centro y de derecha. Cuando ello ocurra, se podrá decir que el nuevo ente tiene un horizonte claro, pues es claro que si hay una marcada ideologización geopolítica del cónclave, simple y llanamente perderá cualquier opción de influencia, credibilidad y permanencia en el tiempo.