Los olvidados del petróleo | El Nuevo Siglo
Sábado, 27 de Febrero de 2016

*Crisis social y económica en zonas productoras

 

*Miles de personas perdieron todo lo que tenían

 

La descolgada petrolera continúa pasando una costosa factura de cobro en Colombia. Son más de veinte las empresas del sector de hidrocarburos que se han tenido que acoger a acuerdos de reestructuración de pasivos, en tanto que los empleos que se han perdido son más de 25 mil. El propio ministro de Trabajo, Luis Eduardo Garzón,  advirtió la semana pasada que otros diez mil puestos se encuentran en riesgo.

 

Ese impacto de la crisis en el día a día de las regiones petroleras en Colombia no suele aparecer en las primeras planas de la prensa, en donde se privilegia el tema del altibajo de las cotizaciones del crudo a nivel externo, los porcentajes de recortes presupuestales consecuentes, el efecto en las ruedas bursátiles y otros escenarios macroeconómicos complejos.

 

Siendo todo lo anterior muy importante, es necesario visibilizar el impacto a nivel local y regional en las zonas petroleras a lo largo y ancho del país. Hay comunidades que por largos años fundaron toda su economía y hasta su modus vivendi en los réditos que les dejaban las empresas y los trabajadores del sector de los hidrocarburos. Todo el andamiaje comercial, industrial, turístico y la oferta de bienes y servicios giraba alrededor de la actividad extractiva. Sin embargo, desde que comenzó la descolgada de los precios del crudo a nivel internacional, a mediados de 2014, cuando llegó a cotizarse por encima de los 114 dólares el barril, la época de vacas flacas empezó a asomarse en todas esas zonas adyacentes a los campos de explotación, plantas y demás estructuras y empresas asociadas con la industria.

 

Los alcaldes y gobernadores de esas regiones denuncian que la situación es explosiva. El desempleo se disparó, muchas personas fueron literalmente a la quiebra, miles han emigrado hacia ciudades capitales y cascos urbanos cercanos en donde no han encontrado qué hacer. Hay corregimientos y poblados desolados, al tiempo que se registran brotes de inseguridad muy preocupantes. Testimonios de muchos afectados dan cuenta de cómo tuvieron que sacar de colegios y universidades a sus hijos, vender parte de sus propiedades o liquidar a pérdida los negocios que habían visto florecer en medio de la bonanza petrolera de la última década. La crisis es generalizada y aunque algunos pocos han logrado acomodarse a esas nuevas circunstancias gracias a que habían diversificado sus capitales, otros sencillamente perdieron todo lo que tenían.

 

Es un drama social y económico, pero sobre todo humano,  que no ha tenido la suficiente atención del Estado. Se han tomado algunas medidas parciales, pero es evidente que no se ha dimensionado lo que significa para centenares de miles de personas que vivían de la dinámica de una actividad tan rentable como la industria petrolera, quedar en el limbo en cuestión de unos pocos meses.

 

Es urgente que se adopte una estrategia de largo plazo, integral y objetiva que permita una reconversión económica de todas estas zonas. Es claro que pensar en que en algún tiempo volverá la bonanza raya en lo utópico. Lejos de rebotar, la cotización petrolera se viene deprimiendo aún más en los mercados externos, al punto que en lo corrido de este año ha marcado caídas récords al ubicarse cerca de los 25 dólares el barril, en tanto que los cálculos de los expertos internacionales señalan que en pocos meses estaría por debajo de los 20 dólares e incluso los 15 dólares. Un pesimismo que se acentuó esta semana luego de que el pacto que firmaran cuatro de los principales países productores de crudo a nivel mundial para limitar su producción no tuviera eco en el resto de naciones que viven de la exportación del llamado oro negro.

 

Como se dijo, la problemática social y económica en esas regiones productoras no se ha visibilizado lo suficiente y, por el contrario, terminó eclipsada porque el foco de atención se ha centrado en los grandes mercados y las consecuencias macro de la crisis petrolera. Sin embargo, el flanco humano de ésta ha quedado en el olvido, por lo menos así ha sido en Colombia.