En España capitalizan descontento
ASÍ califica un prestigioso diario de Hispanoamérica a los dirigentes de Podemos, en España, en particular a su cabeza visible, Pablo Iglesia, a los que, Hans Magnus Enzensberger, califica como héroes “de un nuevo estilo que no representan el triunfo, la conquista, la victoria, sino la renuncia, la demolición, el desmontaje”.
En el trasfondo del asunto está el rechazo a los partidos políticos que se hunden en el lodazal de la corrupción, como ocurre en España en particular en las regiones, incluso en el caso de los intentos separatistas del Gobierno de Cataluña, que con la idea de destruir la unidad nacional, consigue ocultar la corrupción en sus filas e inmovilizar el brazo de la justicia. Es de anotar que en Argentina se produjeron movimientos de ese estilo que se sucedieron a la caída de la dictadura o como protesta contra debilidad del gobierno de Raúl Alfonsín. Lo mismo que en otras oportunidades, la anarquía y la irrupción de la repulsa juvenil a la política sucia se han sentido por temporadas.
Esas fuerzas ocultas encuentran un punto de encuentro en las redes sociales, como pasó con los indignados. Lo que parece incentivar con pasión las protestas de Podemos son las comunicaciones. La protesta de los indignados atrajo a jubilados y gentes mayores, quienes reaccionaban contra la codicia, el despilfarro y el enriquecimiento ilícito de sus gobernantes, Duros episodios que coincidieron con el malestar económico en ese país, que ha conseguido en buena parte sortear el gobierno de Mariano Rajoy. Lo curioso del caso es que ahora los que salen a protestar y consiguen atraer a su causa a los sin partido y descontentos de la más diversa condición, avanzan cuando España está saliendo del bache. No es por lo económico que rechazan el sistema, se asemejan a los anarquistas de otros tiempos, en cuanto lo que importa es sitiar a los dueños del poder, sin importar lo que venga. Ven tan sombrío el porvenir que con destruir el sistema se consideran satisfechos, sin sospechar que cometen el error del simio que rompe a propósito la rama en la que se sienta.
Son una suerte de asociaciones civiles instintivas de depredadores, producto de aglomeración de las ciudades, de insatisfacción colectiva de las masas. Como los partidos políticos no se depuran y no se produce un verdadero relevo que expulse a los corruptos, intentan capturar el poder con un golpe de mano electoral, se trata de capitalizar el descontento. Algo tan viejo, como la irrupción de los Gracos y la movilización de la plebe en Roma. La conexión con la aparición del chavismo populista es evidente, la receta es la misma: culpar el sistema de todos los males y presentarse como mesías