La agenda entre Colombia y Estados Unidos tiene unos ritmos y énfasis estructurales en ejecución desde hace ya varios años y, por lo tanto, hablar de grandes virajes o priorización de unos temas sobre otros por el cambio de embajador resulta más bien apresurado. Lo que se debe esperar ahora que asumió el expresidente de la ANDI y saliente integrante del equipo negociador de paz del Gobierno en La Habana, Luis Carlos Villegas, es que la agenda se profundice. Hay varios temas pendientes que el largo e inusual interregno entre el anuncio de la renuncia del saliente titular de la representación diplomática ante la Casa Blanca y la llegada a Washington del nuevo embajador, quedaron en el congelador o, por lo menos, sin la dinámica suficiente.
Los empresarios, y allí la experiencia de Villegas será un valor agregado muy importante, consideran que la aplicación del Tratado de Libre Comercio requiere una serie de ajustes para evitar distorsiones muy puntuales, quejas que deben ser sometidas a la respectiva instancia de solución de controversias que contempla el pacto.
También resulta claro que el papel cumplido por Villegas en la negociación con las Farc será clave no sólo para apuntalar los apoyos al proceso, sino para aclarar las reservas que aún tienen algunos factores de poder estadounidenses frente a las implicaciones de lo pactado hasta el momento con la guerrilla. Y aquí hay un tema clave para Washington y que ha marcado la agenda bilateral en las últimas dos décadas: la lucha contra el narcotráfico.
No hay que olvidar que tras lograr acuerdos parciales en temas de desarrollo rural y participación política, el tercer punto en la agenda es el relativo a cómo atacar el problema de las drogas. Estarán sobre la mesa temas muy complejos como la despenalización o la legalización de las distintas instancias del ilícito negocio; qué hacer con los miles de campesinos que laboran en sembradíos de coca, amapola o marihuana; el principio de corresponsabilidad internacional en la cruzada contra los estupefacientes; cómo evitar que éstos continúen siendo el principal financiador de la guerra… En todos ellos, Estados Unidos tiene una opinión que, sería ingenuo desconocerlo, debe ser escuchada y sopesada por ambas partes.
Pero la agenda bilateral no se agota en esos dos temas gruesos. Hay otros tanto o más importantes, sobre todo para un país que empieza a vislumbrar los retos de una nación en posconflicto, pese a que el proceso de paz va a medio camino y se negocia bajo la premisa de que nada está acordado hasta que todo esté acordado.
Aparte de profundizar el trabajo conjunto en seguridad y estrategias contra nuevas amenazas delincuenciales, hay otros asuntos prioritarios: impacto de reforma migratoria, integración energética y de hidrocarburos, coordinación de geopolítica continental; los canales de cooperación en la era post Plan Colombia; la transferencia de tecnologías y políticas de innovación… Hasta el tema del presunto espionaje de agencias de E.U. sobre autoridades en Colombia debe hablarse de forma madura y diplomática...
La cita de los presidentes Santos y Obama el 3 de diciembre, más que un punto de partida para una nueva agenda, tendrá como objetivo una revisión de los énfasis y su respectivo ritmo, dándole a Villegas una hoja de ruta más clara.