Si Brasil concentró durante el último mes las miradas de cientos de millones de aficionados al fútbol, esta semana seguramente también está en la lupa de todo el mundo de la economía y la geopolítica.
La cumbre de las potencias emergentes que se llevará a cabo en la ciudad de Fortaleza apunta a dar un paso definitivo en la creación de lo que ha dado en llamarse, por los analistas, un paso clase en el nuevo orden mundial económico.
Los presidentes de Brasil, Dilma Rousseff; Rusia, Vladimir Putin; China, Xi Jinping, y Sudáfrica Jacob Zuma, y el primer ministro de India, Narendra Modi, arribarán a tierras cariocas para participar en la cumbre de los BRICS, sigla que se forma con las iniciales de cada uno de esos países y que por el potencial económico, político y poblacional de las naciones que lo conforman sin duda alguna buscan colocarse en el mismo estatus que las potencias occidentales.
Si hay alguna duda de la importancia de la cumbre, solo hay que repasar los dos grandes objetivos. De un lado, se dará vida al banco de los BRICS, cuya función será financiar infraestructuras de los países integrantes y que, de entrada, contará con un capital de 50.000 millones de dólares, puestos en forma equitativa por cada una de las cinco naciones. Con semejante monto, esa entidad financiera se ubica desde su debut como una de las más grandes del mundo.
El segundo objetivo no es menos ambicioso: la creación de un fondo de reservas que tendrá un capital inicial de 100 mil millones de dólares y cuya función principal será servir de salvavidas en caso de que alguna de las cinco naciones atraviese problemas en materia de pagos o balanza cambiaria. El acuerdo ya alcanzado establece que China aportará 41.000 millones al fondo, India, Rusia y Brasil 18.000 cada uno y Sudáfrica 5.000.
Tanto el banco como el fondo apuntan a emular en capital y poder con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que por virtud de los acuerdos de Bretton Woods, son la base de la influencia y tutela económica en todo el planeta de las potencias occidentales, con Estados Unidos y varias naciones europeas a la cabeza.
Como se puede ver no se está hablando aquí de una cumbre meramente protocolaria o en la que se vayan a ventilar apenas acuerdos de voluntades y actas de compromisos. No, el objetivo es estructurar un nuevo bloque institucional de cinco potencias económicas emergentes, que ahora contarán con herramientas de ejecución y nivelación muy importantes y con el suficiente músculo financiero.
Incluso, hay quienes, como Putin, consideran que se podría ir un poco más allá y de allí su propuesta para crear una asociación energética encargada de garantizar la seguridad en este campo y analizar la evolución de los mercados globales. Aquí, por ejemplo, se estaría hablando ya de temas tan complejos pero estratégicos como el petróleo.
Por ahora es necesario mantenerse a la expectativa de lo que pueda ocurrir esta semana en Brasil, en donde si bien la presidenta Rousseff descartó que se esté pensando en la ampliación del grupo en el corto plazo, sí se llevará a cabo, el miércoles, una reunión de los cinco líderes mundiales con varios de los presidentes suramericanos.
Los BRICS, como se ve, se fortalecen estructuralmente y es seguro que poco a poco, como bloque, empezarán a ser definitivos en la arquitectura geoeconómica y geopolítica. Habrá que esperar cómo reaccionan las potencias más tradicionales.