* Ahora el terrorismo no es condenable
* Infamia del secuestro de don Manuel Díaz
Una vez más la infamia del secuestro golpea sin remedio a una familia colombiana. En esta ocasión, a raíz del cobarde acto de barbarie llevado a cabo por el ELN contra el anciano padre de Luis Díaz, como se sabe en todo el mundo, futbolista estrella de la Selección Colombia: maravilla en Europa.
Por tanto, no sobraría agregar que “Lucho” es ídolo de los colombianos que, con esfuerzo, humildad, talento, disciplina y trabajo, ha puesto en alto el nombre de nuestro país. Justo la contraparte más explícita y honorable frente a quienes, por el contrario, denigran del verdadero espíritu nacional. Y convierten el territorio en una guarida de criminales al estilo de estos grupúsculos terroristas que, en su delirio anacrónico, han azotado a la nación desde hace tantas décadas. Y cuya formulación vital de siempre es hacer de Colombia lo que no es y castigar a la población con su insania tiránica, ahora en la cabeza inocente de don Manuel Díaz, al mismo tenor de lo hecho en el transcurso de los lustros a tantas víctimas de esas mentes macabras.
Frente a ello, es impostergable reiterar que toda conducta armada que afecte la vida, integridad y libertad de cualquier connacional, y su entorno familiar y comunitario, es un ultraje y herida a todos los colombianos. Sin duda, también una afectación al corazón de la república y una lesión enorme al cuerpo constitucional. Por lo cual la drástica condena popular no se ha hecho esperar, desde La Guajira hasta el Amazonas.
Nadie en ese sentido da pues credibilidad a unas supuestas conversaciones dizque en aras de la paz cuando a estas alturas, después de tantas dolorosas enseñanzas en la materia, lo único claro es que se quiere mantener la cruel imposición del terror. Con el fin, no sólo de derivar protervos réditos monetarios, sino de atribuirse una mayor fortaleza que la del Estado. Y el Estado, en vez de impedirlo o al menos reaccionar con temple ante atrocidades de esta índole, pareciera estar de acuerdo. Porque la única respuesta legítima, acorde con la ley y las funciones estatales, sería haber conseguido la libertad inmediata de don Manuel Díaz por las vías que ordena la Constitución y lograr ipso facto su regreso, sano y salvo, al seno del hogar con su esposa, hijos, nietos y amigos. Además, sin pagar un solo peso y sin complacencias de ningún tipo. Liberación que, incluso frente al mismo fracaso de su protección, ya ni siquiera sucedió en el término de la distancia. Tal y como habría sido de esperar a partir de una Fuerza Pública tonificada y dispuesta, en todo tiempo y lugar, a cumplir con sus atribuciones de amparo y defensa de todos los colombianos. Y hacer honor a lo que naturalmente exige la ciudadanía de los componentes policiales y militares. En particular de su comandante supremo.
Precisamente, las lecciones derivadas de la última jornada electoral indican que el país votó masivamente a favor de los candidatos que pusieron de prelación la recuperación de la autoridad y la ley en las regiones y localidades. Fue un mensaje franco, certero, voluminoso, en suma, nítido. Una señal, ciertamente, que no da lugar a las evasivas e impotentes distorsiones de los desmedrados y casi inaudibles flancos políticos derrotados en las elecciones. Todo ello, según dictaminó el conjunto del país en sana democracia, con el indeclinable propósito de poner en primer término el desempeño y manejo sensato de las instituciones. Y encontrar el camino de una Colombia unida contra el sangriento e infértil embeleco seudo revolucionario que, durante una larga trayectoria, obnubiló la esperanza y sinergias sociales hacia mejores horizontes colectivos y que todavía los detentadores y solícitos compadres del terror se empeñan en oscurecer con voluntad pérfida.
No se trata, entonces y simplemente, de mantener un aparente proceso de paz con el ELN, de hecho, signado y orientado en la Mesa bajo los explícitos designios de un gobierno nacional para el cual el terrorismo no es condenable en sus facetas internacionales. En consecuencia, tampoco en las nacionales. Con conceptos así es apenas obvio que el secuestro cobre vigencia y carta blanca.
Con el cautiverio de don Manuel Díaz, el ELN de antemano llevó a pique los incipientes diálogos y violó con flagrancia el arrevesado cese de fuegos. La culpa por supuesto les cabe a ellos. Pero la responsabilidad es del gobierno y solo del gobierno. Los colombianos oramos por don Manuel, lo queremos libre de inmediato como todo compatriota en las mismas condiciones, sin burlas y shows mediáticos, y creemos que el país se merece una mucho mejor suerte.