*Un reproche para la América Latina
*En el fondo también está la drogadicción
Negar la naturaleza que tienen los Estados Unidos de ser el país receptor del más grande mestizaje mundial sería tanto como eliminar su esencia de un solo tajo. Pero cosas están pasando en el país del Norte. Comenzando, ciertamente, por la gran paradoja de haber logrado un Presidente afrodescendiente y, sin embargo, vivir una de las más grandes olas de racismo de que se tenga noticia. Asombroso, desde luego, observar frases tan altisonantes como las del asesino de Charleston y entender que allí no se ha asimilado la convivencia racial.
Pero una cosa es un enjuiciado y otra un candidato presidencial como Donald Trump, quien prácticamente ha reducido a los mexicanos a una raza infecta que no merecería vivir en el país norteamericano. Lo grave, por supuesto, está en que muchos piensan así y que darían su voto a Trump con todos los plácemes. La presión mediática para cercar al aspirante presidencial y obligarlo a rectificar no tendrá, a no dudarlo ninguna repercusión más allá de perder algunos contratos personales. De hecho, los republicanos ya habían construido un muro para impedir el ingreso de latinos a ese país. Lo hizo George Bush junior y la conducta es casi igual a la expresión de Trump.
En tanto, lo que corresponde a los latinoamericanos, más allá de la animadversión vista, es reconocer que no hemos sido capaces de brindar a los propios habitantes de nuestros territorios las posibilidades de vida que les cambie su situación. Para muchos el “sueño americano” sigue siendo la única salida, así sea indocumentado y sin trabajo formal. No sólo los mares de mexicanos, sino de muchos otros países latinoamericanos, que salen hacia Estados Unidos demuestran el fracaso para ser una sociedad más homogénea de México hacia abajo.
Y ese, ciertamente, debería ser el principal reproche de los propios latinoamericanos. No sólo, pues, referirse al tema de Trump como el dislate al que ha recurrido, desestimando a los mexicanos, sino igualmente ver, como se dijo, que la América Latina ha sido incapaz de proporcionarle un futuro equitativo a muchos de sus habitantes.
Todavía, en los Estados Unidos, hay sectores que piensan que esa nación fue hecha por emigrantes europeos para disfrutarla por sí solos y a partir de su propio esfuerzo, hacia el futuro. Ingleses, italianos, franceses, polacos y de tantos lugares de Europa evidentemente lograron hacer un país donde la felicidad terrenal, como dice la introducción constitucional, es posible. Y ello ha sido demostrado con creces a través del tiempo corto en el que Estados Unidos se convirtió en la primera potencia mundial. Hoy, sin embargo, el tema de los inmigrantes es uno de los asuntos principales y no tienen idea de qué hacer con el problema. Hasta el punto, claramente delimitado, que la mayoría de los 2.3 millones de presidiarios que hay en ese país son afrodescendientes o hispanos. Y lo mismo ocurre con los 165 mil homicidas. De modo que de alguna manera ven el tema racial como una amenaza a la seguridad nacional.
Pero está la otra cara de la moneda. Nadie dudaría, por ejemplo, que todo el auge de la Florida fue hecho a partir del esfuerzo cubano. Y que los mexicanos, la gran mayoría gente de buena voluntad, mueve miles de millones de dólares de la economía norteamericana a partir de sus propios negocios.
En el medio, al mismo tiempo, está el problema de la droga y lo que ha hecho la prohibición es convertirla en un escenario donde suelen moverse los latinoamericanos. En ese caso, el enemigo principal es el consumo, referido por supuesto a unas elites que son las que más gastan dinero en ello. De manera que si Estados Unidos adoptó la prohibición, debería ser tan riguroso con la oferta como con quienes demandan el producto y terminan violando las leyes, haciéndolo. Porque no se entiende que sea riguroso en uno de los frentes del problema, mientras es totalmente laxo en el otro lado, donde los consumidores hacen lo que a bien quieren. Las cárceles, pues, están llenas de mulas y jíbaros, generalmente afrodescendientes e hispánicos, pero los consumidores viven en sana paz.
Es este el fracaso que Trump está lejos de reconocer. Vale decir, al mismo tiempo, que son sus declaraciones también un reproche para nosotros, los latinoamericanos, que no hemos otorgado las debidas oportunidades a nuestra propia gente.