Hoy, jornada para la reflexión
Nuevos y viejos ejes de presión
“Una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala”. Esa frase de Albert Camus, que resume sin par lo que significa y representa la libertad de información, cobra especial relevancia en días como hoy, 3 de mayo, cuando se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la Libertad de Prensa. No son pocos los que consideran que, en realidad, la jornada resulta todo menos festiva dado el panorama difícil que afrontan los periodistas y medios de comunicación en muchos países.
Precisamente días atrás la organización de defensa de derechos humanos Freedom House publicaba un descarnado informe según el cual, al revisar la situación en 199 países, se concluyó que sólo el 14 por ciento de las personas vive en naciones con una prensa libre, mientras que un 42 por ciento lo hace en territorios nacionales con una prensa parcialmente libre, en tanto que el restante 44 por ciento no disfruta de la libertad de prensa. Tras considerar que este derecho tuvo en 2014 su época más crítica en la última década, el estudio recalcó que las presiones contra el ejercicio de la prensa vinieron a través de legislaciones restrictivas -que no pocas veces ponen como excusa normas antiterroristas-, amenazas y ataques directos, así como maniobras económicas y publicitarias, entre otras. A nivel latinoamericano el panorama más difícil se vive en México, Cuba, Venezuela, Ecuador y Honduras. Otros informes conocidos recientemente alertan sobre el creciente peligro que para los periodistas y los medios están representando las facciones radicales islámicas, como ocurrió con la masacre de caricaturistas en París o las decapitaciones de reporteros en Siria e Irak. No siendo nuevo que los regímenes autoritarios siempre apuntan a controlar o censurar a la prensa, lo que se está registrando en varios países, en donde los periodistas desfilan a diario hacia las cárceles y los tribunales, es alarmante. Como igualmente aberrantes son aquellos casos, como ocurrió en Venezuela, en donde los periódicos tienen que dejar de circular o recortar su producción porque no consiguen papel y los trámites para adquirirlo se enredan deliberadamente en la tramitomanía oficial.
Ya a nivel local, el panorama para la prensa en Colombia resulta más positivo en la medida de lo posible. Las estadísticas de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) señalan que este año se han presentado 36 casos de violaciones a este derecho, entre ellos un homicidio, seis agresiones y diecinueve amenazas.
Pero no sólo el tema de la seguridad y los ejes de presión sobre la prensa libre están por estos días en el tintero a nivel global. La masificación de la era digital y su impacto en los canales y dinámicas de información, los nuevos lenguajes y públicos objetivos, la calidad de los contenidos a que cualquier persona tiene acceso en segundos, los alcances de la autorregulación así como la cualificación del personal de trabajo en prensa, radio, televisión y web, entre otros aspectos de primordial importancia, implican serios retos para los medios de comunicación que luchan día tras día para adaptarse y responder a una masa de públicos variable y voluble que demanda productos confiables, veraces y oportunos. Este último es un debate de marca mayor, sobre todo ahora que el nivel de penetración de las redes sociales ha sido utilizado por facciones extremistas para incitar a la cultura del odio, o que sirven de trinchera anónima o cobarde para la difamación, el insulto y las más bajas actitudes humanas.
No menos crucial es el análisis que se está realizando en muchos países sobre los campos de acción de los periodistas y comunicadores sociales o el papel de las universidades en la formación de los nuevos profesionales y el tipo de instrucción que deben recibir. A ello debe sumarse el impacto que en no pocas naciones ha tenido que amortiguar la prensa por cuenta de las crisis económicas o los climas productivos recesivos que, obviamente, implican recortes en materia publicitaria.
Como se ve, este Día Internacional de la Libertad de Prensa debe convertirse en una jornada de reflexión y análisis sobre muchos aspectos que van desde la seguridad y los marcos circunstanciales que permiten ejercer un buen periodismo, hasta la urgencia de sopesar cómo adaptarse y ser efectivo en un mundo digital y globalizado. Son tareas muy complejas en donde unas naciones van más adelante que otras y en donde necesariamente las medidas que son eficientes en un contexto nacional no tienen el mismo resultado en otro.
Por lo pronto, desde estas páginas enviamos un saludo a todos los trabajadores de los medios de comunicación, tanto a nivel nacional como internacional, sabedores de que mientras todos mantengamos a diario encendida la tea de la libertad de prensa, ésta nunca se apagará por más fuerte que soplen los vientos malévolos.