*La paz de Belisario
*Sinrazón de los asaltantes
Si algún presidente dedicó sus esfuerzos a la paz desde el día de su posesión es Belisario Betancur. En la Plaza de Bolívar, frente a una multitud de entusiastas, expresó que buscaría que su objetivo en el gobierno era que no se derramara más sangre colombiana. Su misión era devolverles a los colombianos la libertad conculcada por los asaltos y la metralla de los violentos que sostenían que seguían el modelo revolucionario del Comandante Fidel Castro, quien con sus milicianos había capturado el poder en La Habana. A diferencia de los grupos armados procomunistas de origen campesino el M-19 contaba con una cúpula en la que figuraban algunos jóvenes burgueses al estilo del Comandante cubano como Carlos Pizarro León-Gómez, cuyo padre era un respetado almirante de tendencia conservadora.
En cualquier caso, cuando se analiza la jerarquía del M-19 salta a la vista que no se trataba de proletarios desesperados, sino de jóvenes estudiantes o profesionales, en cierta forma privilegiados, que manipulados por curtidos teóricos de la anarquía y el terrorismo, creyeron que era más fácil derrotar a las Fuerzas Armadas y la clase dirigente mediante tácticas subversivas y la insurrección, que por medio del ejercicio lento y complejo de conquistar la voluntad popular por la vía política. Uno de sus ídolos era el Che Guevara, que por entonces después de la exitosa aventura cubana había intentado con menos éxito incentivar desde la dirección de la banca oficial la incipiente industria por lo que prefirió ir a luchar con los insurrectos del Congo en contra del supérstite y debilitado colonialismo europeo. Allí tuvo más éxito y una aureola de héroe lo popularizó mundialmente entre la juventud para terminar acorralado en Bolivia y asesinado por un uniformado de ese país. Los militantes del M-19 no aprendieron del aciago final del Che. Pues de saberlo habrían entendido que no era tan fácil someter a un Estado por medio de los atentados y el terror.
Por lo mismo cuando habían sido beneficiados de cierta laxitud oficial en el trato a los violentos que incendiaban los campos y amenazaban las ciudades, aprovecharon la generosidad del Gobierno al tenderles la mano por la paz y consideraron, seguramente, que era el momento de intentar una táctica insurreccional acompañada de procedimientos de golpe de Estado según las enseñanzas de Trotsky en la Revolución de Octubre al tomarse los centros de poder en Moscú, derrocar al Zar y al primer ministro Kerensky, con la finalidad de proseguir la violencia y el horror contra la familia real, la nobleza, la alta burguesía, la burocracia y la oficialidad, para extirpar hasta el último vestigio del régimen y asesinar al zar Nicolás II y su familia. Tal vez, no sabían estos imitadores de las revoluciones foráneas, que no cabía comparación posible entre la satrapía de Fulgencio Batista en Cuba y el sistema aristocrático de los zares. Belisario Betancur era un hombre nacido en un modesto hogar de Antioquia, que había conocido los padecimientos familiares y la dureza de vivir en un ambiente hostil donde a veces escaseaban los alimentos del día, lo que lo llevó a desarrollar una fortaleza moral y un instinto invencible por la superación, convirtiéndose en un ejemplo de la fuerza de voluntad y el talento para proseguir la superación en los diversos campos de su actividad e inquietudes, hasta llegar a conseguir el apoyo de los colombianos en el quinto intento por la Presidencia. Quizá, por lo mismo, por cuanto había superado el bache de la miseria y estaba en la cumbre del poder, tomó la determinación de alcanzar la paz mediante la negociación y ofrecerles a esos jóvenes que habían escogido el despeñadero del terrorismo, la oportunidad para dejar las armas y volver a la civilidad y la convivencia.
Belisario Betancur, con un hondo sentimiento cristiano, humanista y conservador para lograr su objetivo de paz hizo hasta lo imposible por convencer a los bandos armados de la inutilidad de derramar la sangre de los inocentes para asaltar el poder. Y lo malentendieron, creyeron que se trataba de ceguedad, debilidad e ingenuidad, por lo que había que proceder a aprovechar el momento político y asaltar el Palacio de Justicia para apoderarse de los magistrados, a la manera como el Comandante Cero Edén Pastora se había tomado el Congreso de Managua y obligado al dictador Somoza a negociar y canjear a los prisioneros, lo que precipitó su caída al perder el respaldo de Estados Unidos. A diferencia de Somoza Belisario Betancur era y es un gran demócrata al que posiblemente durante el asalto del Palacio pretendían eliminar o juzgarlo en la sugestión de precipitar una insurrección popular. El acto revolucionario del M-19 desató la reacción de la Fuerzas Armadas por la defensa del sistema como era su deber tal como expresó el entonces coronel Plazas: “aquí, defendiendo la democracia maestro”. Por lo que no se puede equiparar ni confundir al Gobierno de entonces que tenía la legitimidad, con los asaltantes.