*Muy poco que mostrar en el Congreso
*Reformas cuestionadas y bajo la lupa
A menos de un mes para la terminación de la primera legislatura de este cuatrienio gubernamental, los balances sobre lo que ha sido la actividad del Congreso empiezan a asomar. A diferencia de lo que fue el desempeño parlamentario durante el arranque del primer mandato del presidente Santos, cuando la calidad e importancia de las normas aprobadas llevaron a calificar esa legislatura como “admirable” e incluso la imagen congresional tuvo un inédito repunte en las encuestas, en esta ocasión el panorama es distinto.
Si de iniciativas de gran calado se trata, apenas si se pueden mencionar cuatro: el presupuesto general de gastos e inversión para 2015, la reforma tributaria, el Plan Nacional de Desarrollo y la reforma al equilibrio de poderes. El primero es una norma que siempre se tramita en los segundos semestres y más allá del normal rifirrafe transaccional entre Ejecutivo y parlamentarios, no hubo mayor sorpresa en esta oportunidad. La segunda de las iniciativas sí exigió de Senado y Cámara un trabajo más profundo y objetivo, por cuanto el ajuste impositivo, que viabilizó un recaudo tributario adicional por más de 53 billones en el cuatrienio, impactó varios sectores clave de la economía y nichos poblacionales.
Ambos proyectos tuvieron como telón de fondo las precauciones fiscales por la descolgada petrolera, como también ocurrió luego con la iniciativa del Plan, que si bien obligó a citación a sesiones extras en febrero, lo que hacía prever que sería sometido a un estudio cuidadoso y detallado, al final de cuentas tuvo un trámite bastante accidentado. Así, la norma que recibió el visto bueno legislativo no sólo se configuró como una colcha de retazos que reformó, por la vía del atajo, más de una treintena de leyes, sino que dista mucho de lo que debería ser la hoja de ruta gubernamental macro para el cuatrienio. A diferencia de lo que dictan los postulados modernos sobre lo que debe ser el concepto de planificación estratégica, el Plan aprobado resultó una mezcolanza de grandes metas -algunas formuladas con objetividad y otras marcadas por lugares comunes y generalidades- con un sinnúmero de pequeños proyectos adicionados al detal por iniciativa parlamentaria. La cantidad de demandas que se anuncian por vicios de forma y fondo contra el Plan ya de por sí evidencia que este capítulo no ha terminado.
Sin embargo, ha sido la reforma al equilibrio de poderes la iniciativa de trámite más crítico en esta primera legislatura, a tal punto que pese a estar ya en el séptimo de los ocho debates requeridos, generó días atrás una crisis institucional sin precedentes, por cuanto la cúpula de la Rama Judicial considera que la iniciativa es producto de la improvisación, implica una sustitución de la Constitución y deja entrever una lesiva alianza entre Ejecutivo y Legislativo para restarle poderes y facultades a la rama jurisdiccional, lo que redundaría, ahí sí, en un mayor y peligroso desequilibrio de poderes. Incluso, al igual que la ley del Plan, el riesgo de inexequibilidades en el momento del examen en la Corte Constitucional es muy alto.
Por otra parte, es claro que la irrupción del Centro Democrático como fuerza parlamentaria de oposición convirtió al Congreso en un permanente y desgastante escenario de la polarización política entre santismo y uribismo en cuanto al proceso de paz y otras temáticas, lo que afectó la posibilidad de debates de control político con mayor objetividad y valor agregado.
De otro lado, son muy pocas las iniciativas de origen parlamentario que se han viabilizado, al tiempo que otros proyectos, como la ley anticontrabando, siguen empantanados. La iniciativa sobre “Zonas de interés de desarrollo rural, económico y social” (Zidres) tuvo que ser retirada y presentada de nuevo. Las reformas a varios códigos están dilatadas y apenas la del fuero militar parece que al final verá la luz. A ello se suma que los ajustes de fondo en materia de pensiones, minería, corporaciones autónomas regionales y educación, entre otras, nunca llegaron. Es más, proyectos de gran expectativa entre la opinión pública como los mayores castigos a los atacantes con ácido apenas si se movieron cuando hubo presión mediática. En total sólo han sido aprobadas 27 leyes en lo que va de la legislatura, aunque no se descarta que en estas últimas semanas, en medio de los afanes y pupitrazos que caracterizan el cierre legislativo, esa cifra aumente sustancialmente. No obstante es obvio que cantidad no necesariamente significa calidad, y menos en un país caracterizado por la inflación normativa.
Sin embargo, más que produciendo leyes y reformas al por mayor, lo que el país esperaba del Congreso era un mayor protagonismo y papel decisorio en los temas más importantes, lo que pocas veces se evidenció. Y si el balance de esta primera legislatura no es el mejor, el panorama para la segunda preocupa por cuanto arrancará marcada por la distracción parlamentaria en los comicios regionales y locales.
Como se ve, el Parlamento, en su conjunto, está en deuda con el país y es hora de enderezar el rumbo.