Legado chavista | El Nuevo Siglo
Miércoles, 11 de Diciembre de 2013

*Hambre y socialismo

*El modelo cubano

 

El  bravo pueblo venezolano como dice la canción popular convertida en himno nacional salió a votar el domingo pasado en medio de la tensa polarización y la presión del oficialismo por consolidar el legado del comandante Hugo Chávez, del partido único. Ese modelo que impera en Cuba le llamó poderosamente la atención al comandante que siendo un comunicador de masas y agitador populista que movía la sensibilidad colectiva y se valía de la retórica para fomentar los antagonismos sociales y convertir en enemigos del pueblo a los políticos contrarios, empresarios, hacendados, comerciantes, técnicos y profesionales destacados, calificándolos de oligarcas y lacayos del imperio. Algo similar hizo, a su vez después de conquistar el poder por las armas el comandante Fidel Castro, quien, no solamente execró, persiguió, y descalificó a los que él llamaba gusanos de la burguesía, sino que fusiló a los empresarios, hacendados más representativos del país, mandando a muchísimos sin formula de juicio a cortar caña durante la zafra, sangrienta etapa de terror revolucionario que vivió la isla. En el caso del comandante Chávez, al llegar a convertirse en político después de haber participado en un frustrado golpe militar contra Carlos Andrés Pérez, ir a prisión y ser amnistiado por el presidente Rafael Caldera, saltó de la cárcel a la política. El comandante enfrentó a todos los partidos tradicionales con la bandera de abolir la corrupción y favorecer a los pobres repartiendo el petróleo, alcanzando un triunfo arrollador.

De manera paradójica la admiración del comandante Chávez por Fidel Castro lo condujo a imitar en cuanto le fue posible el modelo del socialismo cubano de delirante tendencia utópica, que por sus mismas contradicciones en vez de contribuir al desarrollo colectivo, estancó el país y convirtió en un lugar en el cual el tiempo parece detenerse en los años 50 cuando el jefe revolucionario llegó al poder. La debilidad económica de Cuba forzó a Castro a buscar la alianza con la Unión Soviética, de la que, sorprendentemente, consiguió los fondos necesarios para sobrevivir, puesto que, al paralizarse el desarrollo en la isla, sus magras exportaciones en medio de un bloqueo económico, escasamente servían para sostener un gobierno con salarios de hambre. La idea del paraíso cubano que Fidel Castro le vendió al mundo caló en Hispanoamérica y en otras regiones sin importar que la población cubana se mantuviese en la servidumbre política  y cayera en situación famélica y desnutrición crónica, frustrando la vida de millones de seres que merecían una mejor suerte.

El comandante Chávez estableció una relación de cálida camaradería con Fidel Castro y se consideró su heredero político, para llevar adelante el sueño de la revolución cubana a su país y otras naciones mediante el socialismo del siglo XXI. Y su proyecto lo propuso francamente a distintos países, que hoy se rigen en parte por esos principios. Sin importar que sean los mismos que hundieron a Cuba en el bache del atraso invencible. El comandante Chávez llevó el socialismo del siglo XXI en Venezuela de manera gradual, dado que el rico más importante del país es el Estado petrolero le bastaba con el verbo y el asistencialismo, como con la exaltación del militarismo para mantener satisfechas a las masas sin necesidad de hacer la revolución.

La situación económica y social desastrosa que encontró el presidente Nicolás Maduro al recibir el legado de su fallecido jefe, más el apoyo y la admiración creciente por el comandante Fidel Castro, lo conducen a ahondar la revolución. Se trata de estrangular a la clase media, debilitar sus negocios o expropiarlos, de pauperizar a todos a la cubana, con la finalidad de que dependan del Estado para sobrevivir. Las elecciones del domingo pasado eran cruciales para consolidar el modelo a la cubana, los resultados positivos que obtuvo no alcanzan para profundizar la revolución. El gobierno necesitaba obtener como mínimo el 70% de la votación para cantar victoria y desatar la marea revolucionaria roja, apenas sacó el 49.2% de los votos, mientras que la oposición el 42.7%, así que sumando los votos de otras tendencias el país está dividido en dos. Una mayoría del 70% o más le facilitaba a Maduro intentar sin violencia los cambios, como lo hacía Chávez. La oposición se mantiene en las más grandes e importantes ciudades, el Gobierno se consolida en las zonas rurales donde la población depende del oficialismo. La deuda externa, la caída de la producción industrial agrícola, la tendencia a la baja de los precios del petróleo, en un país que importa gran parte de sus alimentos, a sabiendas de que tiene la inflación más alta del mundo, se acumula para convertirse en una bomba de tiempo. El presidente Maduro tiene la oportunidad de desactivar la bomba y buscar un acuerdo con la oposición para la gobernabilidad, o prender la mecha y dejar que explote, así la casa se le caiga encima.