*Más desventajas que ventajas
*Se estrecha el margen de acción
Más allá de las distintas interpretaciones que se hacen respecto al impacto económico que tiene el sustancial fortalecimiento del dólar frente al peso colombiano, muchas de las cuales son marcadamente subjetivas y responden a si determinado sector se ve beneficiado o afectado por esa tendencia revaluacionista, lo cierto es que tener un “dólar caro” produce más desventajas que ventajas.
En primer lugar es evidente que la devaluación del peso colombiano en lo corrido del año en un porcentaje superior al 22 por ciento estaba por fuera de la hoja de ruta macroeconómica gubernamental. De allí que tener un dólar que ronda los tres mil pesos obliga a empezar a profundizar ajustes en materia fiscal, presupuestal, de inversión pública, de servicio a la deuda y de apalancamiento financiero interno y externo. Desde ese punto de vista, el fuerte encarecimiento de la divisa estadounidense no se puede considerar como normal ni predecible, tal y como algunos analistas han tratado alegremente de señalarlo.
En segundo lugar la complejidad de nuestro sistema productivo, la vigencia plena de varios TLC, las falencias en materia de competitividad e incluso el dinamismo de nuestro mercado bursátil y cambiario, por pequeño que sea frente a otras plazas de la región, ya no permiten limitar los análisis de los efectos de la devaluación del peso a la desgastada e incluso miope tesis de que lo que ganan los exportadores por el mayor valor de sus ventas al exterior compensa lo que pierden los importadores al tener que pagar más por los bienes, insumos y materias primas. Está probado que del impacto transversal de la cresta cambiaria ningún sector o rubro queda inmune.
Un tercer elemento sobre los efectos negativos de la revaluación de la divisa norteamericana es, sin duda, la mayor exigencia presupuestal, tanto en el sector público como el privado, a la hora de pagar, según el cronograma de vencimientos, las deudas en dólares que tienen con la banca privada y multilateral. Aunque los cálculos del impacto de la devaluación sobre el mayor costo y el servicio de la deuda todavía son preliminares, hay analistas que lo sitúan en no menos del 20 por ciento.
De otro lado, es evidente que la cresta inflacionaria en estos primeros siete meses de 2015 no es ajena a la carestía del dólar. Como lo admite el Banco de la República, este ya es un elemento de presión sobre el costo de vida. Los distintos gremios coinciden, a su turno, en que el comercio, la industria, el agro, la construcción y los rubros de bienes y servicios ya sienten los efectos del “dólar caro”, que pueden llegar a ser tanto o más negativos que los de la caída de los precios del petróleo en el último año.
Aunque el Gobierno central ya aplicó recortes y aplazamientos presupuestales por encima de los 20 billones de pesos, presionado principalmente por la descolgada de los ingresos petroleros, e incluso tiene todavía un margen de acción para acudir a un mayor endeudamiento y apalancamiento financiero en el corto plazo, la escalada cambiaria está llevando las finanzas oficiales a los límites inviolables que la Regla Fiscal impone en materia de déficit. De allí que se empiece a hablar de la necesidad cercana de una nueva reforma tributaria o de un recorte más drástico a gastos de funcionamiento e inversión, lo que complicará el ritmo del plan de infraestructura vial, la reactivación industrial, el impulso al agro y las metas para reducir pobreza y desigualdad.
Como se ve, la acelerada revaluación del dólar en Colombia, la más alta en Latinoamérica en el último año, ya genera un escenario económico incierto, que no crítico, cuyas implicaciones no se pueden subdimensionar ni morigerar artificialmente. Lo más complejo termina siendo que el margen de acción del Gobierno y el Emisor para afrontar esta coyuntura es cada día más estrecho, pues además de la crisis petrolera global, el fortalecimiento del dólar a nivel regional también es impulsado por la desaceleración china, los altibajos de la economía estadounidense, las expectativas sobre el alza de intereses en la Reserva Federal y otras circunstancias internacionales que, incluso coyunturales, sacuden a todo el planeta.
El “dólar caro”, en consecuencia, tiene un lastre muy pesado y difícil de manejar, por lo que los conceptos que le ven más ventajas que desventajas terminan siendo claramente desfasados.