* Rol estadista del presidente ecuatoriano
* La violenta protesta de los indígenas
El presidente del Ecuador, Guillermo Lasso, es un empresario, banquero, diplomático y político de corte conservador, comprometido a fondo con el desarrollo de su país. Ha desempeñado numerosos cargos en las compañías creadas junto a su hermano, que crecieron y multiplicaron utilidades bajo su gerencia. Fue así como acrecentó el influjo económico de la poderosa banca familiar. De hecho, en el gobierno de Jamil Mahuad consiguió capear una gran crisis financiera como superministro de Economía, lo que proyectó nacionalmente su prestigio. Después, en el mandato de Lucio Gutiérrez, se convirtió en el zar de la diplomacia como embajador itinerante negociando tratados comerciales con distintos gobiernos, Estados Unidos entre ellos. La caída de esa administración lo dejó sin piso político y por eso decidió fundar su propio movimiento, denominado “Creo”, en el que agrupó varios pequeños partidos afines a su pensamiento.
El largo gobierno del izquierdista Rafael Correa siguió atentamente sus movimientos por considerarlo un opositor cada vez más influyente e incluso intentó una campaña para desacreditarlo. Esa persecución oficial en vez de debilitarlo lo fortaleció, llevándolo a no ceder en su objetivo de forzar la salida del poder de una administración de corte autoritario que mantenía una férrea diatriba contra banqueros, sector privado y los medios de comunicación no adictos al régimen.
Fue así como Lasso forjó la coalición “Unidos por el Ecuador”, que en las siguientes y reñidas elecciones despertó inusitado entusiasmo pero no consiguió el triunfo. Fue la sorpresa en un escenario en donde otras fuerzas políticas tradicionales languidecían golpeadas por la persecución del gobierno Correa.
Pese a ello, Lasso persistió en su proyecto de confrontar el populismo disolvente del gobierno de izquierda, en tanto muchos de sus aliados se rindieron en esta lucha política, amedrentados por la persecución sistemática a la oposición. Incluso se recuerda el episodio en que varios diputados fueron atacados a garrotazos cuando intentaban ingresar al Legislativo para votar en contra de la reelección indefinida en los cargos públicos, incluyendo la propia presidencia.
En esa ácida confrontación con Correa, Lasso se consolidó como el más hábil y firme de los opositores, en particular por su capacidad de atraer otras fuerzas a su cauda. El gobierno trató, entonces, de inhabilitarlo debido a su alta influencia y creciente popularidad, pero el líder político logró salir avante de la conjura.
Ya como un dirigente curtido, Lasso reincidió en sus ambiciones presidenciales y para la nueva campaña forjó otro movimiento político, “Creando Oportunidades”, que lo proyectó como alternativa, confrontando la persecución oficial y realizando manifestaciones públicas en todo el país. Su exitoso esfuerzo por bloquear otro mandato a Correa, determinó que este lanzara como su sucesor al vicepresidente Lenin Moreno, que ganó los comicios pero al poco tiempo de asumir hizo historia apartándose ideológica y políticamente del cuestionado mandatario de izquierda.
Con un escenario más favorable Lasso sustentó su candidatura presidencial en 2021 bajo las banderas de reactivar el país tras el duro embate de la pandemia, impulsar el desarrollo nacional y acabar con la corrupción. Ganó el poder en la segunda vuelta y desde entonces ha tratado día tras día de enderezar el camino del país, consolidar la recuperación productiva y social, nivelar las cargas fiscales y atacar las principales problemáticas estructurales, sobre todo en una nación con una amplia brecha en materia de equidad y pobreza, que suscita continuas protestas indígenas, campesinas y urbanas. Se le abona que en medio de la persistencia de la crisis sanitaria y la crisis mundial por la invasión rusa a Ucrania, ha conseguido mantener la producción de crudo, administrar de manera inteligente los recursos de las regalías y facilitar el crédito para agro, empresarios y trabajadores. Sin embargo, el inevitable ajuste fiscal, por más gradual que sea, tiene un costo, sobre todo en lo que hace al precio de los combustibles en una economía dolarizada, en medio de un escenario externo volátil y complicado.
Como se ve, Lasso ha tratado de aterrizar en este primer año de mandato un modelo de buen gobierno, a sabiendas de que el correísmo insiste en atacarlo y bloquearlo. También enfrenta una oposición de radicales en el Parlamento y en los últimos días una violenta revuelta indígena que, claramente, buscaba poner en jaque la institucionalidad y la democracia, e incluso destituirlo. El mandatario logró salir airoso, no solo al superar un intento de juicio político en el Congreso sino por negociar de forma firme con los líderes indígenas, que al final aceptaron el acuerdo político, económico y social que les propuso y que es viable desde el punto de vista fiscal. Por eso el presidente de Ecuador termina la semana fortalecido en su rol de gobernante y estadista, pero sobre todo con su autoridad institucional intacta.