*La voz contundente del papa Francisco
*El Partido Conservador y el Medio Ambiente
Una gran bocanada de oxígeno vive el mundo a raíz de la encíclica sobre medio ambiente de Su Santidad, Francisco. Reflexiones, sin embargo, que fueron duramente respondidas, en particular, por sectores del Partido Republicano de los Estados Unidos, incluido el candidato con mayores opciones presidenciales, el católico Jeb Bush. Dijeron, diferentes dirigentes de esta colectividad, entre otras cosas, que los líderes religiosos como el Papa, deben dedicarse a los asuntos espirituales y dejarles a los políticos, los terrenales. Incluso, alguno de los estandartes republicanos sostuvo que, a través de Francisco, querían incorporarse los problemas latinoamericanos al concierto mundial y que no podía el Pontífice atravesarse en la senda del desarrollo. Inclusive, algún comediante ambientalista, de popularidad en Estados Unidos, afirmó que el Papa se estaba entremetiendo en asuntos que no eran de su competencia, quitándoles espacio a los verdaderos defensores del medio ambiente.
“Ladran Sancho, luego cabalgamos” fue lo que dijo El Quijote frente a ladridos similares. Sorprende, por supuesto, que una persona como Jeb Bush, quien se ha distinguido por su profesión de fe católica, haga parte de la barahúnda de desorientados que, por ejemplo, pretenden desestimar el calentamiento global y el cambio climático como elementos científicos insoslayables en la explicación de los gigantescos cambios que ha sufrido el clima desde la revolución industrial hasta hoy, fruto de la emisión de gases de efecto invernadero que han generado esa modificación sustancial del régimen de lluvias y la intensidad en las sequías.
Suele concebirse el Partido Republicano como afin a la ideología conservadora colombiana, pero en este caso, por supuesto, las diferencias son abrumadoras. El Partido Conservador, a no dudarlo, tiene al Pontífice como portaestandarte ideológico, no sólo por encarnar la doctrina social de la Iglesia Católica, sino igualmente por las reflexiones que ha hecho, entre otras, en la encíclica Laudato si, tal vez el documento de mayor trascendencia universal que nunca se haya escrito en materia ambiental. No se trata, claro está, de que líderes religiosos del carisma y valentía de Francisco sustituyan la argumentación política, pero desde luego es una fórmula intonsa impedirle desarrollar sus criterios, demostración de un ánimo de censura propio de una arrogancia autoritaria. De hecho, en los Estados Unidos, las encuestas señalan que alrededor de un 90 por ciento de los católicos allí residentes, que se constituyen en una tercera parte del país, se muestran totalmente favorables a las doctrinas del Pontífice. Ni más faltaba que no fuera a referirse a las cosas terrenales cuando ellas hacen parte, precisamente, de la indivisibilidad humana entre espíritu y materia.
Desde luego, lo que dice el Papa Francisco está dirigido a aquellos que no quieren ver la imperiosa necesidad de acoplar el progreso al desarrollo sostenible y la salvaguarda de los recursos naturales para las generaciones futuras. Quieren, imbuidos en su idea de que el mercado lo resuelve todo, arrinconar a las voces que piden hacer un alto en el camino y revisar el desbarrancadero materialista por el que rueda el mundo. Pero el Papa no grita, ni insulta, ni recurre a nada que no sea su pensamiento prístino, sin el ánimo de agredir a nadie, sino con la idea de generar conciencia y de sostener que el medio ambiente es indisoluble de la naturaleza humana por cuanto ambos factores hacen parte de un mismo conjunto inquebrantable. De hecho, sostiene que la tecnomanía llevada a los extremos, ha incidido en la evolución biológica, desnaturalizando la esencia de la humanidad.
El Partido Conservador, como su nombre lo indica, fue creado precisamente para conservar. Y en tal sentido, líderes de gran valía, como Álvaro Gómez Hurtado o Misael Pastrana Borrero, fueron los primeros, en Colombia, en incorporar las cláusulas ecológicas dentro del devenir político. Quiere decir que la conservación y protección del medio ambiente estuvo, en todo momento, como lumbre de su pensamiento y acción.
Hace ya décadas, Gómez Hurtado sostuvo que lo que necesitaba Colombia era una revolución del agua y que el ordenamiento territorial debía hacerse con base en los servicios ecosistémicos de los grandes ríos que surtieran, de modo ordenado y equilibrado, a la agricultura y las reservas forestales. De manera que el uso del suelo y el subsuelo no se debiera a la desordenada actividad palpable, como hoy, en el territorio colombiano, sino que el agua fuera fuente, como se dijo, del ordenamiento territorial.
Por su parte, Misael Pastrana Borrero, en conjunto con los expertos del Inderena, organizó la misión que dio nacimiento al Código de Recursos Naturales, a comienzos de la década del 70, logrando la primera codificación mundial al respecto. Ese Código de Recursos Naturales sigue vigente y no sólo le ha ameritado a Colombia diferentes felicitaciones en el ámbito orbital, sino que sigue siendo un verdadero y plausible expediente para generar la ordenación ambiental nacional, si se usaran muchos de sus dictámenes inertes. El anterior, como se dijo, el Partido Conservador. Por eso, renovamos nuestra fe espiritual e ideológica en lo dicho por Francisco.