Nuevas y viejas amenazas en lo local
Los extremismos, el enemigo global
La celebración mañana en Colombia del Día del Periodista da pie para analizar cómo evoluciona la libertad de prensa y de opinión en nuestro país y el mundo. En el ámbito local es claro que comparado con lo que ocurría en décadas pasadas, el número de trabajadores de los medios de comunicación asesinados o blanco de atentados y amenazas por temas relacionados con su trabajo ha disminuido sustancialmente, sin que ello signifique que las amenazas han desaparecido. Sin embargo, poco a poco han ido ganando espacio otro tipo de presiones a los periodistas, en especial por parte de las llamadas “Bacrim”, o de quienes se parapetan en las mismas para tratar de boicotear, intimidar o bloquear la labor informativa en distintas regiones del país. Lamentablemente se ha reportado hasta la existencia de ‘listas negras’ en donde grupos de delincuencia común y organizada señalan con nombre propio a los reporteros y comunicadores que quieren acallar o someterlos al exilio so pena de ultimarlos.
El informe de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) refiere que el año pasado hubo 32 casos de agresiones, un atentado contra infraestructura de medios, un caso de desplazamiento, seis denuncias de detenciones ilegales de comunicadores, tres de estigmatización, un exilio y 46 situaciones de obstrucción al trabajo periodístico. Mientras que afortunadamente no se reportó ningún caso de asesinato o secuestro de comunicadores por efecto de su trabajo, sí hubo una tentativa de homicidio. En total, la FLIP dio cuenta de 131 violaciones a la libertad de prensa y 164 víctimas de ellas.
Otra de las preocupaciones del gremio periodístico se refiere a la constante y la mayoría de las veces gratuita judicialización del trabajo informativo, a tal punto que muchos comunicadores, editorialistas, columnistas y comentaristas tienen que dedicar cada vez más tiempo a responder ante la Fiscalía y los juzgados denuncias peregrinas que tienen un ánimo más amedrentador que verdadero fondo jurídico. A ello debe sumarse que si bien se ha avanzado en algunos procesos de investigación de asesinatos de periodistas, aún hay muchos en donde la impunidad sigue primando.
Por fortuna, a diferencia de otros países del vecindario, el Estado colombiano continúa siendo extremadamente respetuoso de la libertad de prensa y opinión, y aunque no han faltado propuestas aisladas para tratar de restringirla, al final no han pasado a mayores. A ello deben sumarse otros fenómenos de trabas a la libertad de prensa como la autocensura, la presión publicitaria y hasta la sobreoferta de comunicadores.
En cuanto a los retos más inmediatos, los expertos señalan temas que van desde los desafíos de la multimedia, pasando por la confección de las leyes de derechos de autor en Internet, hasta la necesidad de preparar a los medios para etapas inéditas como las de la posible firma de un proceso de paz y el aún más complicado posconflicto.
En nivel externo el panorama para el periodismo sí es bastante crítico. En Venezuela, por ejemplo, el régimen chavista tiene arrinconados a los medios que no le son afectos, asfixiándolos con medidas tributarias, denuncias judiciales y hasta escasez de papel periódico, entre otras maniobras. En Ecuador, la legislación aprobada por las mayorías gobiernistas en el Parlamento también ahogan a la prensa, e incluso se han dado casos de caricaturistas teniendo que rectificar sus trabajos tras acciones judiciales del Ejecutivo. No menos complicado es el escenario en Argentina, en donde un debilitado kirchnerismo mantiene un pulso insalvable con conglomerados mediáticos como el de Clarín. México, por otra parte, se ha convertido en uno de los países más peligrosos del mundo para la labor informativa, al punto que los carteles del narcotráfico han cobrado la vida de más de una decena de periodistas en los últimos tiempos.
En otras latitudes, a los ya conocidos regímenes que coartan la libertad de prensa y de opinión, se ha sumado ahora la barbarie de facciones musulmanas radicales, como los yihadistas del llamado ‘Estado Islámico’, cuyos ataques contra la prensa han incluido la decapitación de reporteros secuestrados. Y, sin duda alguna, el golpe más fuerte contra el periodismo en los últimos tiempos fue el ataque perpetrado por extremistas islámicos en París semanas atrás, cuando la plana mayor de caricaturistas y dibujantes del semanario satírico Charlie Hebdó fue acribillada.
Un panorama a todas luces crítico, ya que lo que se está evidenciando es que los extremismos políticos, religiosos, económicos, sociales e institucionales son cada día tanto o más peligrosos para el periodismo que los actores armados delincuenciales. Aun así, mientras la tea de la prensa sigue prendida, ninguno de ellos podrá acallar la verdad ni frenar el flujo de información en un mundo globalizado.