* Interferencia del evento presidencial
* Una dispersión programática negativa
Es posible que el actual mecanismo de las consultas interpartidistas y el foco sobre la campaña presidencial estén opacando la justa electoral del Congreso. Y no es bueno que esto ocurra puesto que esta elección es sin duda determinante para el próximo cuatrienio. Efectivamente, se trata de un trabajo legislativo que, como en pocas ocasiones, será definitivo tras la pandemia y sus secuelas económicas, sociales, educativas, de seguridad nacional y ciudadana, culturales e incluso frente a las exigencias de la nueva salud pública, entre otras circunstancias.
Por igual es sabido que, aparte de lo anterior, el Congreso tiene reformas pendientes en múltiples materias: laborales, pensionales, de carácter institucional (como el ajuste de fondo a la justicia) o en otros aspectos como la modificación de la misma estructura parlamentaria y la mejora de la democracia representativa frente a la nociva circunscripción nacional. Y en todos los casos, además de otros sobre los que ha llamado la atención la Corte Constitucional, es preciso escuchar la voz de los aspirantes.
De otro lado, tanto en el mundo como en Colombia, la tributación es tema central al debate político, mucho más a raíz de las exigencias fiscales originadas en la pandemia. Si bien, por ejemplo, es fácil confirmar ese interés temático en las respuestas dadas por la mayoría de los candidatos presidenciales, en el informe dominical pasado en este periódico y otros debates, también es fácilmente perceptible que existen, para el caso, aproximaciones muy diferentes. Y lo mismo puede suceder con las opiniones de quienes quieren reelegirse en su curul de congresista o acceder por primera vez a un escaño. A fin de cuentas, una campaña parlamentaria es para ventilar las ideas como respuesta a las necesidades del entorno.
De hecho, en asuntos tributarios la voz cantante, en una democracia operativa, es precisamente la del Congreso que como razón histórica tiene la última palabra al respecto. Y por eso la campaña parlamentaria no puede marginarse. Mucho menos cuando los auxilios a los más vulnerables, que tienen como fuente el fisco, terminan en pocos meses y todavía no parece para nada aconsejable concluirlos.
Al mismo tiempo de los asuntos tributarios, tema central en estas elecciones para Congreso es por supuesto el del empleo, una de las preocupaciones prevalentes de los colombianos. Aunque se ha venido recuperando la tasa de ocupación frente a la primera etapa de la pandemia aún falta trecho por recorrer para volver a los índices previos. En esa situación, las propuestas legislativas que conduzcan a la creación de puestos de trabajo deberían ser un imperativo de la campaña parlamentaria. Prepararse para una reforma de vasto espectro, que amplíe los estímulos y abra otras posibilidades laborales, además de las ya aprobadas durante el actual gobierno, debería estar en el corazón de los programas legales a llevarse a cabo, especialmente frente al campo y las áreas semiurbanas, y en general entre las mujeres y los jóvenes, donde es más dilatado el desempleo.
De suyo, no se trata exclusivamente de regresar a los rubros anteriores a la pandemia, sino de entender que, a raíz de ella, muchas de las modificaciones en las formas de trabajo llegaron para quedarse y que con ello se ha producido también un bache entre la oferta y la demanda laboral, fruto de las nuevas tecnologías.
Por otro lado, y en no menor medida, la inflación es un fenómeno que, como en el resto del mundo, viene impactando la economía y el poder adquisitivo locales. Así las cosas, no es posible adelantar una campaña parlamentaria al margen de ello, puesto que se trata directamente del bolsillo de los colombianos. Aunque lidiar con estas circunstancias es un asunto exclusivo del Banco de la República, y por lo pronto se está manejando con el incremento paulatino de las tasas de interés, el Congreso tendrá muchas velas en el asunto ya que deberá mantener el control político correspondiente.
Son, desde luego, muchas las atribuciones del Congreso en la mayoría de temas nacionales. Y es difícil escuchar a cada aspirante, con tantos candidatos que hay. De algún modo, pues, la carencia de audiencia, más allá de las consultas presidenciales, puede deberse a que muchas de las listas, tanto las cerradas como las abiertas, no cuentan, por decirlo así, con una especie de “voto programático”. Es decir, un programa fijo y detallado al cual ceñirse, por partido y bancada, al momento formal de la inscripción. En esa medida, cada aspirante puja por destacarse. En todo caso, la campaña parlamentaria es sustancial: en sus manos está buena parte del futuro de Colombia…