Alerta global por central ucraniana de Zaporizhzhia
ONU urge cordura y no incurrir en actitud “suicida”
A pocos días de cumplir seis meses, la guerra entre Rusia y Ucrania continúa teniendo a todo el mundo en alerta máxima, no solo por las miles de muertes de uniformados de ambos bandos, los millones de desplazados, la semidestrucción de la nación agredida y el duro coletazo económico global derivado del impacto en los mercados de hidrocarburos y alimentos, sino porque el riesgo de un incidente nuclear sigue latente.
De hecho, esta semana los gobiernos de Moscú y Kiev han cruzado serias acusaciones en torno a lo que está ocurriendo en la central nuclear civil de Zaporizhzhia, que no solo es la más grande de Europa, sino que está ocupada desde marzo por las tropas rusas que avanzaron rápidamente en la región sur ucraniana.
Los ejércitos enfrentados acusan a la contraparte de estar bombardeando en los alrededores de la planta, lo que podría llevar a comprometer las instalaciones de la misma y generar un accidente nuclear de proporciones dramáticas e indeterminadas.
Los reportes desde la zona dan cuenta de ataques con cohetes y otras armas de largo alcance en inmediaciones de una de las zonas de almacenamiento de material radiactivo. Incluso una de las empresas operadoras ucranianas llegó a advertir que un bombardeo ruso se dio cerca a uno de los seis reactores de la central, provocando "una gran humareda" y dañando "varios sensores de radiación".
Mientras que el gobierno de Volodimir Zelenski acusa al de Putin de haber convertido las instalaciones de la planta en un centro de almacenamiento de armas y desplegar tropas en todas sus instalaciones, Moscú replica que son las fuerzas ucranianas las que están atacando la planta en una actitud desesperada por recuperar su control.
La coyuntura es tan crítica que, incluso, fue objeto ayer de una sesión de urgencia del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Allí el máximo responsable del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) calificó la situación en la central nuclear como “seria y grave”.
De hecho, el mismo Secretario General del ente multilateral, António Guterres, recalcó la preocupación por lo ocurrido en Zaporizhzhia e hizo un llamado a las partes para que “hagan uso del sentido común y la razón, y no lleven a cabo ninguna acción que pueda poner en peligro la integridad física, la seguridad o la protección de la central nuclear”.
La ONU insistió a Moscú y Kiev que cesen inmediatamente todas las actividades militares en las inmediaciones de la central nuclear. También consideró urgente que se retire todo el personal y el equipo militar de la planta, ya que la instalación no debe utilizarse como parte de ninguna operación bélica. Además, urgió un acuerdo a nivel técnico sobre un perímetro seguro de desmilitarización para garantizar la seguridad de la zona.
Ante el riesgo de un incidente ya se activaron los esfuerzos de la OIEA, razón por la cual la ONU pidió a las partes que permitan que un equipo de esa instancia especializada pueda tener acceso seguro e inspeccionar la situación sobre el terreno. A ello se suma que potencias como Estados Unidos son de la tesis de crear una zona desmilitarizada en torno a la central.
Como es apenas obvio, en Europa los distintos gobiernos han llamado a la cordura, sabedores de que cualquier daño a las instalaciones críticas de la planta podría generar una emergencia radiactiva de graves consecuencias, como ya ocurrió en 1986 con el accidente en la central de Chernóbil -al norte de Ucrania- o, en mucha menor escala, en la central nuclear de Fukushima, dañada tras un terremoto en Japón, en 2011.
Es imperativo que Rusia y Ucrania lleguen a un acuerdo sobre la desmilitarización de Zaporizhzhia, ya que como lo bien lo advirtió el propio Guterres atacar una planta nuclear es “suicida” y de continuar por este sendero irracional con el arsenal atómico en todo el planeta “la humanidad está a un solo malentendido de la ‘aniquilación nuclear’.
Se espera, en consecuencia, que la comunidad internacional presione a Rusia y Moscú a entrar en razón. Más allá de las motivaciones profundas del conflicto que se desató desde finales de febrero, no se puede caer en una especie de ‘ruleta rusa’, en donde el riesgo no es dispararse una bala a la cabeza, sino provocar un accidente nuclear de dramáticas proporciones.