En días pasados el expresidente Belisario Betancur, en reportaje con El Nuevo Siglo, se refirió a la famosa frase de Álvaro Gómez, en la cual se afirma que: en Colombia tenemos más conservatismo que Partido Conservador. A su juicio eso no es exacto. El concepto del dirigente conservador hoy no tiene la misma vigencia que antes. La opinión está dividida, según su visión y aclarando el respeto que le merece la figura del gran pensador conservador “no hay más conservatismo que Partido Conservador, que andan parejos, que tienen los liberales y algunos miembros del otro partido no se compadecen los comportamientos de carácter conservador a la letra con el ideario de Mariano Ospina Rodríguez y de Don José Eusebio Caro, sino que son aproximaciones a la profundidad, a la esencialidad del pensamiento conservador”. En tal sentido tenía la razón el doctor Gómez Hurtado. “Pero aritméticamente hablando, en este momento el Partido Conservador representa el pensamiento minoritario, pero pensamiento cualitativamente muy valioso, mucho más valioso que otros pensamientos políticos”.
El tema que aboca el expresidente Betancur daba para una análisis de fondo, mas en cuanto no suele hacer declaraciones políticas desde cuando salió de la Presidencia de la Republica, para dedicarse de lleno a su pasión por promover la cultura, el arte y los asuntos del espíritu. Así que nadie se da por aludido ni recoge el guante para replantear el interesante asunto a la luz de la realidad política actual en donde coexisten varios partidos políticos. La respuesta vino por otro lado, según el Barómetro de las Américas, Colombia es un país más a la derecha que sus dirigentes, que figura junto con los países más derechistas del continente, Surinam, Jamaica y Paraguay. Entonces viene el problema de establecer las reales diferencias entre liberales y conservadores del siglo XIX, que, como lo demuestra Luis Ospina Vásquez, en cuanto se refiere al libre cambio y el proteccionismo van parejas las tendencias en los dos partidos históricos; influidas ambas corrientes por el racionalismo y el liberalismo europeo, en especial en lo que se refiere a considerar sacrosantas las constituciones y las normas copiadas al calco de Europa, con la excepción de la propuesta constitucional del Libertador Simón Bolívar, que influye en la Carta del 43, siendo la Carta de 1886, la que fundamenta el Estado Moderno dentro del criterio nacional de la Regeneración que defendió y consagró Rafael Núñez. Esas tres constituciones tienen en común que tienden a fortalecer el Estado, el sistema presidencial, dentro del esquema bolivariano del democesarismo. En ellas se busca darle mayores herramientas al Ejecutivo, frente al Congreso y el proceder de los jueces, que suelen regirse por el derecho sin atender las razones de alta política de los gobernantes para resolver los problemas reales. Esa lucha entre el realismo político y los esfuerzos de los gobiernos por solucionar los asuntos inmediatos, que en la Carta del 86 se dirimían por vía de excepción, suele tropezar con la resistencia de los magistrados que se inspiran más en la metafísica del derecho que en la razón práctica del gobernante. Lo que con la Constitución de 1991 y la puesta en marcha de la Corte Constitucional, ha llevado a un cierto cogobierno de los jueces, quienes desde la magistratura legislan y obran a derecho, no pocas veces en contradicción de la decisión política del gobierno. Como el pensamiento constitucional colombiano no es fruto de la evolución interna, sino del aporte exógeno de las constituciones y normas que hemos copiado, no se afinca con firmeza en la tradición, por tanto no encuentra en la sociedad defensores verticales y elocuentes, por el contrario, se inclinan a transar la ley, como a cambiarla al capricho de los congresistas o los gobiernos. Cuando un conservador, por ejemplo, dice que es un defensor del orden tiene que entrar a explicar a qué se refiere, puesto que el país se nos viene anarquizando cada vez más peligrosamente.
Y en cuanto al calificativo de Colombia como país con mayoría de derecha, lo que es una realidad si vemos los resultados electorales más recientes a la Presidencia, como la pujanza de la clase media, se da la paradoja de que ningún político reconoce que es de derecha. Y los que se supone que por sus ideas y propuestas son de derecha frente a la izquierda, no aceptan que los califiquen de tales. Por lo mismo, casi todos los partidos, por contrarios que sean unos de otros se declaran de centro. Y el Partido Conservador, en la indefinición de las alianzas políticas actuales y futuras, no consigue capitalizar esa tendencia mayoritaria. Resolver ese nudo estratégico que con fina intuición plantea Belisario Betancur, podría ser el comienzo del despertar conservador, para saber quiénes somos y a dónde vamos.