La quiebra de la democracia | El Nuevo Siglo
Viernes, 13 de Septiembre de 2013

*El golpe de Estado

*Aún exorcizan a Pinochet

 

Entre los países de la región de mayor estabilidad y cultura política se destaca Chile en los primeros lugares, por la fortaleza de los partidos políticos, la calidad de su clase dirigente desde los días de Portales y los pelucones. Allí las gentes se afilian en los partidos no tanto por tradición familiar, sino por convicción. Las Fuerzas Armadas se encuentran entre las mejor calificadas por su preparación, disciplina y unidad. La población cultiva el amor al terruño y la independencia. La crisis política, que condujo al gobierno de Salvador Allende y que produjo el golpe de Estado del general Augusto Pinochet, comenzó a tomar cuerpo en el gobierno de Eduardo Frei, un antiguo dirigente de las juventudes conservadoras, que viró a la Democracia Cristiana. Algunas reformas moderadas que afectaron a los terratenientes chilenos, como la implantación de la Reforma Agraria, le ganaron la antipatía de sectores poderosos del país que desconfiaban de todo aquel que atentaba contra sus intereses, así se tratara más de excesos verbales que de medidas revolucionarias. Lo cierto que sus actitudes populistas en tiempos de la guerra fría provocaron la reacción en contra de los sectores conservadores, al tiempo que radicalizaron la política. La izquierda al sentir que Frei les pisaba los talones en iniciativas populistas se radicalizaron más. Lo que suscitó desde Brasil una publicación radical y premonitoria  en su contra: Frei, el Kerensky chileno.

 

El 4 de septiembre de 1970 se celebró la elección presidencial en Chile y pasada la medianoche se supo el resultado de los comicios: Salvador Allende: de la Unidad Popular 36,6% Alessandri: del Partido Nacional 34,9%. La democracia cristiana queda en minoría. La elección se perfecciona en el Congreso. Alessandri le pide apoyo a Frei, para hacer una coalición que le permita gobernar por un año, para convocar después a elecciones. Frei rechaza a la derecha y apoya a Allende. Al que previamente le exige un acuerdo político para respetar las reglas de juego de la democracia. Allende firma, está dispuesto a prometer lo que sea con tal de llegar al poder. El primer gobernante comunista en tiempos de la guerra fría en Hispanoamérica que llega al poder por elecciones. Lo que contraría los postulados de Marx, que consideraban que el comunismo llegaba al poder en exclusiva por la revolución y las armas. Se crispan los nervios de los  chilenos amantes de la libertad y contrarios a la revolución a la cubana, que temen que la franja lunática de la izquierda se imponga en el círculo íntimo de Allende.  

Al asumir el gobierno se observó que Allende tenía un proyecto radical, más extremo que lo que esperaban muchos de sus seguidores y más moderado de lo deseaba  la franja lunática. Frei, comprendió que lo habían engañado. Ya era tarde. Los días de la democracia tradicional estaban contados, Chile avanzaba a pasos agigantados al despeñadero institucional y la quiebra de la democracia. Las medidas radicales contra las empresas productivas provocaron la crítica de la prensa. El Mercurio y La Tercera fueron cerrados varias veces. Se crearon comandos revolucionarios que hostilizaban a los políticos tradicionales, los propietarios y los dirigentes de la oposición. El lenguaje del gobernante se fue radicalizando y en poco tiempo abandonó su postura de burgués de avanzada, para utilizar un argot popular al estilo de su gran amigo Fidel Castro, en el cual calificaba de gusanos fascistas a los políticos que no se allanaban a su voluntad.

Allende, en el discurso oficial contra los empresarios los acusaba de ser explotadores de los trabajadores y enemigos del pueblo. Sus seguidores anunciaban públicamente represalias contra los opositores del régimen. Algunas empresas extranjeras y nacionales fueron expropiadas. La economía entró en crisis, la fuga de capitales se multiplicó, la producción cayó. Los productos de primera necesidad no se conseguían en los mercados. Los adictos al régimen sostenían que había que nivelar por lo bajo a la población. La economía se desquicia, con la ruina de los empresarios y comerciantes crece el desempleo, la inflación sube al 1.000 por ciento, algo nunca visto en el país.  La poblada se toma las calles de continuo en orquestadas manifestaciones populares de apoyo al gobierno y contra las oligarquías. Sin que por eso mejoren las condiciones de vida de los trabajadores, a los que se les machaca la mente con la cantaleta de la lucha de clases. Se vive en tensión y bajo el temor de asalto revolucionario y de las turbas. Los Estados Unidos les hacen  saber a los gobiernos amigos que Allende era un peligro para la estabilidad de la democracia. Richard Nixon, da instrucciones a su Secretario  de Estado, Henry Kissinger, de desarrollar una política de contención que impida que la revolución a la cubana se perpetúe con Allende en Chile. La Unión Soviética, considera como uno de sus más grandes triunfos el acercamiento con el político, del que esperan que ingrese a su órbita.

La descomposición económica y financiera van parejas con la crisis social, para justificarse el régimen acusa a las oligarquías y el imperialismo de todos los males. Las Fuerzas Armads se dividen. Un pequeño sector es adicto al gobierno y los más se resienten con la visita del comandante Fidel Castro, al que se acusa de organizar milicias revolucionarias que deben seguir el modelo cubano Cierto o no, la sociedad teme lo peor. Las mujeres suelen marchar a los cuarteles incitando a los militares a dar un golpe para defender la familia chilena, la propiedad, el orden y modelo de vida. Hasta ese momento apenas unos pocos iniciados conocen de la decisión del general Pinochet de tomarse el poder. Allende lo tiene entre los militares amigos y que menos se ocupa de la política. Se especula que los Estados Unidos abrieron el camino para el pronunciamiento militar, en realidad repasando la historia, lo evidente es que si Allende hubiese hecho un buen gobierno, impulsado la economía y no se deja llevar por los más radicales, no habría prosperado la insurrección militar, sin apoyo popular o de la clase media. Y con exorcizar de nuevo a Pinochet en ocasión del aniversario del golpe no se modifica la historia.

 

“Si Allende hubiese hecho un buen gobierno, impulsado la economía y no se deja llevar por los más radicales, no habría prosperado la insurrección militar”