- Más allá de las frías estadísticas
- Abocar una reflexión nacional
El próximo jueves se celebra en todo el planeta el Día Mundial para la Superación de la Pobreza Extrema. Según Naciones Unidas, en todo el mundo más de 800 millones de personas aún viven con menos de 1,25 dólares al día y muchos carecen de acceso a alimentos, agua potable y saneamiento adecuados. No en vano acabar con este flagelo es el número uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que tienen un horizonte de cumplimiento para 2030.
Esta problemática no debe evaluarse únicamente como una falta de ingresos. Para la ONU es claro que se trata de un fenómeno multidimensional que comprende, además, la falta de las capacidades básicas para vivir con dignidad. “La pobreza es en sí misma un problema de derechos humanos urgente y es a la vez causa y consecuencia de violaciones de los derechos humanos, pues se caracteriza por vulneraciones múltiples e interconexas de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, y las personas que viven en ella se ven expuestas regularmente a la denegación de su dignidad e igualdad. Reducir la pobreza y erradicarla es por tanto una obligación de todas las sociedades”, precisa el ente multilateral.
¿Cómo está Colombia en este aspecto? El último informe del DANE, en mayo pasado, señala que en 2018 la pobreza multidimensional fue 1,8 puntos porcentuales más que la registrada en 2016. De igual manera, en las cabeceras municipales la incidencia de este flagelo el año pasado fue de 13,8%, mientras que en 2016 era de 12,1%. El reporte también indicó que en los centros poblados y rural disperso la incidencia fue 39,9% en 2018, en tanto que dos años antes era de 37,6%.
De acuerdo con el DANE, en 2018, las tasas de incidencia de pobreza multidimensional más altas se presentaron en las regiones Caribe y Pacífica (sin incluir Valle del Cauca). La menor se registró en la región de Bogotá con 4,3%, seguida por el Valle del Cauca con 13,6%
Frente a ello el Plan Nacional de Desarrollo del gobierno Duque se plantea metas ambiciosas: sacar a 1,5 millones de personas de la pobreza extrema, a 2,9 millones de colombianos de la pobreza y expandir la clase media del país.
En esa dirección, una de las principales apuestas es aumentar la productividad (de 0,65% a 1,1%) para que el país pueda crecer a tasas por encima del 4,5% a partir del 2022, lo que permitiría ser más eficaces en la lucha para reducir la pobreza y las desigualdades. Para ello, en la distribución de inversiones prioritarias del Plan prevalece la destinación en el cuatrienio de $216,8 billones para educación, $157,8 en salud y protección social, y $46,8 para inclusión social y reconciliación.
Más allá de las frías estadísticas es innegable que la lucha contra la pobreza y la exclusión social tiene muchos flancos que en nuestro país algunas veces se subestiman. Por ejemplo, se repite insistentemente que una de las mayores falencias en el marco de la implementación del acuerdo de paz con las Farc fue que el Estado no supo ocupar de forma rápida y eficiente las zonas dejadas libres por los componentes de esa guerrilla que sí se desarmaron y desmovilizaron. Sin embargo, suele subdimensionarse que el desafío no era solo de operatividad de la Fuerza Pública, sino también de presencia institucional permanente y de una estrategia de inversión social integral y de largo plazo, muy por encima del enfoque excepcional y cortoplacista que se le ha dado a algunos de los presupuestos oficiales destinados a las zonas afectadas por el conflicto armado en los distintos programas estatales en la materia.
Igual ocurre con la forma más eficaz para revertir el crecimiento exponencial de los cultivos ilícitos en los últimos cinco años. Más allá del químico que se utilice para la aspersión aérea o de si es más eficaz la erradicación terrestre forzosa o la voluntaria, es evidente que mientras en muchos municipios las economías sigan basándose en la ilegalidad porque no hay fuentes de empleo ni actividades lícitas y rentables, será imposible romperle la columna vertebral al flagelo del narcotráfico, ya que este surge y se recicla en la pobreza y la exclusión social.
Por estos días de profunda turbulencia internacional en materia económica, al punto que se habla de un clima cuasi-recesivo a nivel global, Colombia es de los pocos países que parece escapar de la tormenta y ser capaz de crecer a un ritmo del 3 por ciento. En medio de ese escenario, en todas sus instancias debe abrirse un debate serio, realista y ponderado, alejado de los postulados teóricos y modelados matemáticamente, en torno a si la lucha contra la pobreza se está llevando por los caminos correctos o si, como advierten algunos estudios, hay más plusvalía nacional pero la brecha socioeconómica se continúa profundizando, sobre todo en las zonas de periferia, las mismas en donde el delito suele encontrar caldo de cultivo adecuado para afincarse y reciclarse.