La inestabilidad peruana | El Nuevo Siglo
Martes, 10 de Noviembre de 2020

 

* Tendría cuatro presidentes en un cuatrienio

* Institucionalidad inca se deteriora aún más

 

Tres. Ese es el número de presidentes que Perú ha tenido desde 2016, cuando fue elegido Pedro Pablo Kuczysnki, quien se vio forzado a renunciar en marzo de 2018 en medio de fuertes cuestionamientos por nexos con el escándalo de corrupción de Odebrecht. Lo reemplazaría su entonces vicepresidente Martín Vizcarra, quien aspiraba a terminar su mandato en julio del próximo año, entregándole el poder a quien resultara elegido en abril de 2021, en los comicios presidenciales y parlamentarios.

Sin embargo, el actual mandatario, sin duda uno de los más populares de los últimos años en la nación inca y quien había abanderado una cruzada anticorrupción, terminó siendo destituido el lunes pasado por un Congreso de mayorías opositoras que, por 105 votos a favor y 19 en contra, determinó su "incapacidad moral" para seguir en el cargo, punto culminante de un proceso de destitución por presuntos sobornos que habría recibido en 2014 cuando era gobernador de la provincia sureña de Moquegua. Esta era el segundo intento del Parlamento en los últimos dos meses para remover al Jefe de Estado. En el primero se le señalaba de una contratación irregular de una cantante, causa que no prosperó.

Ayer mismo asumió la presidencia de la vecina nación Manuel Merino, el poco conocido presidente del Congreso, en medio de un ambiente muy tenso por las protestas de miles de personas en Lima y varias ciudades, así como las dudas institucionales sobre la validez de la remoción de Vizcarra por parte de un Parlamento que no solo tiene a una gran cantidad de sus integrantes investigados, sino que mantuvo un fuerte pulso con el ahora depuesto mandatario a lo largo de sus 32 meses de gobierno, bloqueándole varias iniciativas contra la corrupción, al punto que el Presidente tuvo que cerrarlo en septiembre pasado y convocar elecciones parlamentarias para enero de este año.

Esa movida política terminó siendo un hecho determinante para la suerte de Vizcarra ya que primaron en las urnas partidos minoritarios y populistas (de izquierda y derecha), abiertamente críticos del Jefe de Estado. Desde entonces el cortocircuito entre el Ejecutivo y Legislativo aumentó mes tras mes, con fuertes ataques de lado y lado, un voto de desconfianza al gabinete, choque de criterios por el plan de contingencia para enfrentar el Covid-19 y finalmente las dos mociones de destitución mencionadas, la última de las cuales determinó el lunes que fuera apartado de la primera magistratura y ayer asumiera Merino, tercer presidente en 36 meses. Si a ello le se suma que en julio se posesionará el que se elija en abril, entonces Perú habrá marcado para entonces el lesivo récord de cuatro mandatarios en manos de cuatro años, una circunstancia que a todas luces deja fuertemente cuestionada la institucionalidad, el Estado de derecho, el régimen de equilibrio de poderes y la democracia misma en tierras incas.

¿Qué pasará ahora? Los diagnósticos son disímiles. De un lado están los analistas que consideran que la estabilidad peruana, tanto desde el punto de vista institucional como social y económico (un PIB sobresaliente a nivel latinoamericano en años recientes), no está en peligro y prueba de ello es que el país se mantiene a flote pese al destino crítico de sus últimos presidentes: Alán García (se quitó la vida cuando iba a ser detenido por el caso Odebrechet), Alberto Fujimori (preso hace varios años por violaciones graves a derechos humanos), Alejandro Toledo, Ollanta Humala y Kuczysnki (procesados también por la causa Odebrecht) y ahora la destitución de Vizcarra por presuntos sobornos. Pero en la otra orilla están las instancias gremiales, políticas, económicas y judiciales que advierten que la democracia inca está en crisis, cooptada por la corrupción en las altas esferas, un Estado débil y un régimen institucional que se modifica al capricho de la coyuntura política.

En el plano típicamente económico, la destitución de Vizcarra y la rápida ascensión de Merino ayer, quien en su primer discurso llamó a la unidad y prometió no mover la fecha de las elecciones de abril próximo, no se sabe qué vaya a pasar. La bolsa y la tasa de cambio cayeron ayer pero es incierto el rumbo de los próximos días. Los gremios temen que el populismo económico que ha imperado en el Congreso ahora se traslade al Gobierno, apoyando, por ejemplo, una mayor descapitalización de los fondos de pensiones para aumentar la liquidez de las familias en pleno coletazo de una pandemia que ha dejado más de 920 mil contagios y 35 mil muertes. Igual hay alerta sobre el impacto del nuevo plan económico en la estabilidad fiscal de una economía que este año caerá no menos del 12%.

Como se ve, la hoja de ruta de Perú a corto y mediano plazos no es clara. Lo más aconsejable sería que el gobierno Merino adelante una transición tranquila y sin políticas de sobresalto, esperando a que las decisiones de fondo las tome quien resulte ganador en las urnas en abril. Por el momento, es claro que el peor momento para remover un gobierno y profundizar la incertidumbre política es, precisamente, en la antesala electoral y en medio de la emergencia de la pandemia y su duro coletazo económico.