La Iglesia militante | El Nuevo Siglo
Martes, 8 de Julio de 2014

*Encuentro de dos mundos

*Compromiso religioso con la paz

En  nuestro país existe una fuerte tradición de trabajo social de la Iglesia y la población de menos recursos o situada en zonas de la periferia. La  Iglesia entre nosotros ha sido un poderoso e infatigable motor civilizador, desde los primeros días en los cuales mediante las Capitulaciones entre los reyes de España y los sacerdotes evangelizadores, se estableció un esfuerzo común para extender la cultura occidental en la región. Hasta ese momento no existían antecedentes de una obra magna de tal naturaleza. El Imperio Romano se expandía por medio de la espada y las legiones que sometían a los pueblos europeos y de otras zonas a su voluntad, para decidir como César qué hacer con los galos o los germanos, si eliminarlos o civilizarlos o en algunos casos tratarlos como aliados. En tanto que los dejaban seguir  con sus costumbres ancestrales, creencias y organización social, mientras se sometieran al vasallaje de Roma. El sentido humanista de la relación de la España católica y su relación con el Papa Alejandro VI, quien da la aprobación sacra que justifica el avance español por las tierras del que denominaron Nuevo Mundo, que era tan nuevo para los exploradores como lo sería para los indígenas que por primera vez tuvieron noticias del viejo. Ambas poblaciones se reconocieron por vez primera.

La actitud evangelizadora de la Iglesia con apoyo de la reina Isabel y Fernando, le dan un cariz político-religioso sin antecedentes en la historia y de tal importancia que hoy Hispanoamérica es la región en donde vive el mayor número de católicos. Situación que destaca y reconoce como  de suma importancia el Papa Francisco, el primer Papa de nuestra región que asume la conducción de la Iglesia que levantó en Roma San Pedro; semejante hecho tiene una enorme significación histórica, dado que viene a determinar que esa Iglesia militante que llegó aquí con los misioneros que enseñaban el evangelio y exponían o sacrificaban sus vidas, no solamente consigue su objetivo, palpable por los millones de católicos que habitamos estas tierras, sino que de la tierra brotan nuevas vocaciones hasta  que se eleva a Papa a un religioso nacido en Argentina. El Papa Francisco, nacido entre nosotros y ligado a una tarea pastoral de hondo sentido social, se empeña con su ejemplo en lograr que la Iglesia en su jerarquía y conjunto, vuelva a ese sentido misional de los primeros tiempos en los que transmitió la nueva fe y contribuyó a organizar a la manera occidental e hispánica nuestras sociedades, que de pequeñas aldeas donde había una modesta iglesia, pronto se convierten en  pueblos, que al paso de los siglos hoy tienen millones de habitantes. En Colombia, en las zonas de la periferia aislada y carente de infraestructura, por cuenta de la violencia aciaga, la labor misional de la Iglesia ha sufrido enormes contratiempos y dificultades, puesto que el terror ha cobrado la vida de numerosos sacerdotes y altos prelados. El Papa Francisco estima que la población que padece el flagelo de la violencia, cuyos hijos son obligados a convertirse en terroristas, las niñas quedan al servicio del colectivo de abusadores y los padres sobreviven en la penuria y los nervios crispados, deben tener el mayor apoyo moral y práctico del clero. La situación de necesidad y dolor extremo de los habitantes periféricos que llevan más de medio siglo agobiados por el horror del terrorismo  requiere de una Iglesia que tenga la voluntad de aliviar sus penas y abrir horizontes de educación y habilidades para el desarrollo.

En tal sentido, bajo la severa vigilancia del Papa Francisco, la Iglesia que conoce a fondo las necesidades del pueblo colombiano, de las víctimas de la violencia, de los abusos e infamias que sufren las gentes de distinta condición, que durante décadas de flagelo ha sido el consuelo de los oprimidos por la subversión, debe volcarse  en defensa de la  paz. Con mayor razón cuando, como lo reconoce el cardenal Rubén Salazar: “Ya en algunas regiones están viendo algo parecido al posconflicto”. Es evidente que las Farc están negociando en La Habana, por cuanto las Fuerzas Armadas las tienen contra las cuerdas, aún así es preciso que la sociedad colombiana con apoyo   de la Iglesia cree las condiciones de convivencia, de perdón y de respeto a la vida humana que contribuya a una paz sin sangre. Una paz constructiva- Esa paz es la que el Papa Francisco quiere para todos, la paz civilizada, espiritual y duradera, que surge cuando se adquiere el compromiso del perdón y de entender al otro.