La reacción de algunos colombianos por la anunciada y previsible baja de los precios del petróleo y la caída de los ingresos por impuestos y regalías, que afectan al Estado y la sociedad, no puede ser de resignada congoja. Lo cierto es que los entendidos en el tema petrolero conocen de memoria que el verdadero negocio no es en exclusiva extraer el crudo, que es importante para los países que explotan el preciado recurso. El gran negocio es producir los derivados del petróleo, la petroquímica. Es de recordar que es verdad que en los últimos 15 años el petróleo estuvo al alza y que se desató una gran burbuja especulativa en el sector, que se realizaba en las bolsas con las acciones de las compañías multinacionales que empujaban el precio del barril al alza. Siendo que por casi todo el resto del siglo XX los países productores vendieron su petróleo a precios irrisorios, al punto que en la última presidencia de Rafael Caldera en Venezuela el barril estuvo a 8 dólares. La suerte del comandante Hugo Chávez estuvo ligada al alza del petróleo que lo llegó a vender a más de 100 dólares, algo nunca visto antes. Así que pareciera que el barril de crudo va a un valor real, según las leyes de la oferta y la demanda en el mercado internacional. En donde Colombia con un millón de barriles seguirá obteniendo ingentes ganancias.
Mas lo que importa es que de alguna manera en Colombia parte de los ingresos petroleros se han invertido, como, por ejemplo, en la ampliación de la refinería de Cartagena. Es allí a donde se deben volcar los grandes esfuerzos del país, para impulsar la petroquímica como ya lo han hecho otras naciones como Singapur. Ellos no tienen petróleo, lo compran y procesan. La petroquímica es la madre de la industria, la alta tecnología y la innovación. La crisis del precio del barril hace inaplazable aprovechar la oportunidad para entrar en grande al negocio de la petroquímica.