Don Antonio Nariño nace en Bogotá el 9 de abril de 1765, por lo que este año se conmemoran los 250 años de su natalicio en una Bogotá que dos siglos y medio antes no llegaba a los 20 mil habitantes y era una ciudad incipiente.
Es más, en alguna de las obras de Dostoievski para referirse a la población más alejada del planeta, hacía mención de Santa Fe de Bogotá. Lo cierto es que el talento y la capacidad negociadora de Don Gonzalo Jiménez de Quesada determinan que figure como el fundador de la ciudad, cuando ese honor le correspondía compartirlo con Nicolás de Federmann y Sebastián de Belalcázar, quienes representaban en ese momento las estirpes predominantes en España. Parte del oro que consigue Jiménez de Quesada en sus incursiones por la tierra de los muiscas le permite llenar las alforjas del precioso metal, que utiliza para conseguir que esos conquistadores le respeten al licenciado el derecho a fundar Bogotá.
Si bien algunos historiadores niegan esa situación, es posible que Jiménez tuviese aportes de sangre judía, Belalcázar algo de árabe y Federmann, representativo de los germanos, todos súbditos de Carlos V. Esa es la composición de la estirpe española de esos tiempos heroicos, en los cuales la sangre aborigen se combina con ella y van a conformar, junto con la negritud, lo que José Vasconcelos denomina como la “raza cósmica” o “raza del futuro”, destinada a producir en los trópicos hombres superiores.
Hombres como Don Antonio Nariño, un reformista de tendencia moderada o conservadora, que propone algunos cambios en el gobierno colonial local. Inspirado en textos de los ideólogos franceses, jamás cayó en la idea falaz de eliminar a sus enemigos políticos o hacer la revolución. Quiso batirse por la defensa del Imperio Español cuando la insurrección de Quito, mas no hizo falta el concurso de las milicias bogotanas para sofocarlo.
Voraz lector y hombre de acción, hereda de su padre español la vocación por los negocios. Estudioso por naturaleza, pronto se destaca por sus juicios sobre la administración local y los hombres. Amigo del Virrey y de los poderosos de la pequeña urbe es un típico personaje de la Ilustración, que se inspira en la Enciclopedia. La rueda de la fortuna hizo que sus negocios con los diezmos de la Iglesia Católica resultaran poco más que catastróficos, puesto que cuando se le hizo un arqueo coincidió con la impresión de los Derechos del Hombre que había traducido, de los que no alcanza a distribuir una docena de ejemplares pues se considera subversivo.
Esa fatalidad da origen a sus aventuras y la prisión por sospecha de ser un exaltado, que nunca fue. Preso el rey Fernando VII, quiso aprovechar el momento para liberar la Nueva Granada. Siendo derrotado por los realistas de Pasto, es conducido a prisión en España. El Libertador Simón Bolívar lo recibe a su regreso con honores y le nombra Presidente del Congreso de Cúcuta, donde nace la República de Colombia. Allí los agentes de Santander lo cercan, injurian e indisponen con el Libertador. Santander se resiente del talento superior de Nariño, su grandeza y generosidad, que le ganaban el afecto sincero y espontáneo de los santafereños, e intenta hacerle la vida imposible hasta su muerte, al punto que se opone a que se efectúen sus exequias en la capital.