*Lecciones de una clasificación
*Retos de la hoja de ruta a Brasil
Tiempo atrás un particular estudio internacional daba cuenta de que los colombianos eran las personas más felices del mundo. Como era apenas obvio, sobrevino la polémica en torno de la seriedad de ese indicador y más en un país que sufre tantas crisis cruzadas. Sin embargo, si la medición se hubiera hecho el viernes, en el justo momento en que Falcao encajó el tercer gol a un sorprendente y aguerrido equipo chileno en el Metropolitano de Barranquilla, seguramente se podría gritar a los cuatro vientos que nuestro país sí es el más feliz del planeta.
Ese gol no sólo significaba una remontada histórica tras ir cayendo 3-0 en el primer tiempo, sino que sumaba el punto que se requería para asegurar el tiquete directo a Brasil 2014. Fue ese gol el que le permitió a millones de colombianos exorcizar de lo más profundo de sus corazones y mentes 12 años de frustraciones, esperanzas fallidas y rabia contenida por no haber podido estar en tres ocasiones consecutivas en la máxima cita del balompié mundial, que en jornadas como las del viernes ratificó por qué es la práctica deportiva más extendida en el mundo.
Y fue ese gol el que confirmó el acierto de haber contratado un técnico de los quilates del argentino José Pékerman, que supo llevar el equipo a interpretar una idea táctica que siempre trató de aprovechar y potenciar las particularidades de los futbolistas criollos. Jugadores que, una vez más, pusieron de presente que les sobra calidad, capacidad de sacrificio y pundonor para defender los colores del país. Falcao, James, Quintero, Teo, Jackson, Macnelly, Ospina, Zúñiga, Sánchez, Armero, Cuadrado… En fin, una generación de oro, muy pareja, que no se veía desde tiempos de los equipos de Valderrama, Asprilla o Rincón.
Fiel a un estilo y modo de trabajo serio y planificado en sus mínimos detalles, ajeno a cualquier tipo de interferencia o manoseo en materia de alineaciones y convocatorias, terco como el que más en sus esquemas tácticos, el timonel gaucho demostró toda su capacidad para manejar un grupo de jugadores que mezcló figuras descollantes en el plano internacional con prospectos de muy alta calidad.
No es tiempo de entrar en la desgastante polémica sobre si se requería un técnico extranjero o insistir en otro nacional para lograr la clasificación. Eso es muy relativo, pues así como Colombia va al Mundial de la mano de un argentino, Ecuador y Costa Rica lo hacen guiados por colombianos, al igual que Honduras, que ya aseguró, como mínimo, ir al repechaje premundialista.
Lo importante ahora es concentrarse en lo que viene. Serán ocho largos meses de preparación para el debut en Brasil. Convendría, en el inmediato plazo, sacar un buen resultado la próxima semana en el último partido contra Paraguay a domicilio, pues ello aseguraría a Colombia en los primeros puestos de la clasificación de la FIFA y, como se sabe, quienes estén hasta la séptima casilla podrían tener la ventaja de ser cabezas de grupo en el Mundial.
También es claro que el equipo mostró una baja en su curva de rendimiento en los últimos tres partidos y que es necesario pensar en más opciones para suplir esas falencias. Pékerman tiene el tiempo suficiente para evaluar cómo termina el grupo y si será necesario reforzar algunas posiciones con jugadores que hoy están demostrando un buen nivel en sus respectivos clubes. Hay que agradecer en todas las formas a los seleccionados que lograron el tiquete mundialista pero a Brasil deben ir los que, en el momento de la escogencia definitiva, en el segundo trimestre del próximo año, estén en su mejor forma y rendimiento.
Afortunadamente tanto el cuerpo técnico como el plantel y la dirigencia saben que hay que introducir correctivos y ajustes, normales en esta clase de instancias. No asoma el triunfalismo y ello evidencia un principio de madurez y responsabilidad que si lo hubiéramos tenido en anteriores clasificatorias y citas mundialistas, la historia seguramente habría sido diferente.
Ya habrá tiempo de fijar la hoja de ruta para el camino al Mundial. Por ahora, a cerrar lo mejor posible con Paraguay. Disfrutemos, claro con ponderación y mesura, de la felicidad que nos da el fútbol. Que el orgullo patrio salga a flote y que esa pasión de millones y millones de colombianos siga intacta esperando el mágico momento en que suene el pitazo inicial en Brasil 2014.