* La incertidumbre del plebiscito
* El enfriamiento del partido Liberal
Es lamentable constatar como el presidente Juan Manuel Santos se va quedando paulatinamente solo. El expresidente César Gaviria, su aliado más evidente hasta hace unas semanas, se vino lanza en ristre en la asamblea liberal para informar irónicamente que no volvería a aparecerse en la Casa de Nariño, para no quitarle tiempo “valioso” al primer mandatario, y de algún modo dejó entrever que menos lo haría para asistir a la Comisión de Relaciones Exteriores que coordina una Canciller a la que fustigó irremediablemente, hasta el momento sin rectificación de la alta funcionaria.
Al mismo tiempo, Gaviria ha desestimado por completo volver a la jefatura única del liberalismo. Todo indica, pues, que ese partido ha tomado la determinación de mantener unas relaciones frías, distantes y hasta críticas con el Jefe del Estado, cuya política, para el expresidente liberal, es simplemente la del “cogollismo”. Lo que por igual anuncia que en caso de otro cambio ministerial, visto el desgaste de varios en el gabinete y las consejerías, deberá, a no dudarlo, seguirse con nuevos nombres de las regiones acorde con la ruta previa. Aunque, por descontado, no se vislumbra, a hoy, que el gabinete sea ya un instrumento para ganar base de poder y algún tipo de energía hacia el prometido pero incierto y enredado plebiscito. Todavía peor con el denominado “blindaje” internacional de estos días que, entre la feria del parágrafo y el inciso, más parece una evasión del compromiso popular. Porque, ciertamente, parecería aceptarse la refrendación del pueblo para la implementación de las cláusulas habaneras secundarias, pero no para la inserción del pacto dentro de los mecanismos internacionales que, de suyo, no pueden ser sometidos a ninguna voluntad popular por ser de órbita diferente.
A esta deflación política, por lo demás constatada en las encuestas, se suma lo que ocurre en los otros partidos dentro de la llamada y no configurada “Unidad por la Paz”, luego de la coalición de “Unidad Nacional”, hecha trizas. Ya está claro que los nuevos ministros del Polo y de los Verdes fueron recibidos con las espuelas por sus correligionarios. Con ello, antes de ampliar la base de poder, el Gobierno terminó generando resistencias inclusive dentro de esos grupos afines a las conversaciones habaneras. El conservatismo, por su parte, ha amainado su entusiasmo en respaldar las iniciativas gubernamentales en el Congreso y de otra parte nada quiere saber de reformas tributarias, ni ahora, ni posteriores. Y todavía no está claro cuál será su postura oficial una vez se sepa, en realidad, el texto del acuerdo final en La Habana. En tanto, Cambio Radical mantiene su independencia crítica. Solo el partido de La U, con la figura preponderante del senador Roy Barreras, se siente cómodo con el rol. Sin duda, la mancorna con Humberto de la Calle en la Mesa de La Habana buscará mejorar la débil exposición en las encuestas y un eventual tiquete presidencial. De hecho, fueron ambos, en particular Barreras, los artífices de las últimas movidas que, para unos, lograron desempantanar el proceso y, para otros, lo terminaron de sumir.
Pero Gaviria, asimismo, le ha mandado un salvavidas conceptual a Santos. La tesis es que ningún Presidente gobierna para las encuestas, sino para la historia. Es decir, que haga caso omiso de los sondeos y la turbulencia política del momento. Como están las cosas, sin embargo, ello no es tan fácil. Existe una reacción negativa, en varios sectores, frente a los acuerdos parciales de La Habana. Y hay una parte importante de la ciudadanía que, si bien quiere la paz, no parece dispuesta a algunos de los arreglos. Basta ver la opinión de la mayoría de juristas consultados en revistas y periódicos. Esto, en general, porque los partidarios del proceso suelen copar las primeras planas, pero solo de vez en cuando aparecen las advertencias de quienes, poco a poco, han incrementado sus reservas. Es lo que acaba de ocurrir con varios jurisconsultos.
En ese ámbito no va a ser fácil, para el Gobierno, crear el comité para el plebiscito. Se supone que personajes oficialistas harán parte de ello. Aun así, como en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, el político más avezado para ello parecía ser César Gaviria. No obstante, parece haberle tomado distancia al asunto. El otro sería Germán Vargas Lleras, pero cada día es más claro que no será el portaestandarte del tema. Queda, claro está, el Presidente. Pero solo, y sin consenso nacional, ello puede ser el abismo, porque de inmediato el plebiscito sería sobre su gobierno y su persona.