LA XXII Cumbre Iberoamericana que se instaló ayer en Cádiz, se efectúa en un clima político y económico muy diferente al de la última reunión que tuvo lugar en España en 2005, en ese entonces las economías europeas daban buenos resultados. En particular el gobierno de José María Aznar mostraba indicadores positivos y se impulsaban las obras públicas, la industria, la banca, el turismo, la construcción y la expansión a otros países. Sobraban razones para ser optimistas. En España se daba por descontado que con tales resultados positivos y el claro avance español, el pueblo votaría, entonces, por Mariano Rajoy, para que siguiese la buena administración y la misma política... Y sucedió lo impensable, los terroristas desde la sombra atentaron contra el pueblo español en vísperas de elecciones. Se trató de un ataque cobarde y a mansalva contra gentes inermes, personas inocentes de distinta condición, que causó 191 muertos y miles de heridos. La nación quedó aturdida y confundida.
El atentado casi en vísperas de elecciones, súbitamente puso al gobierno contra las cuerdas. Las fuerzas de seguridad señalaron casi a ciegas a los culpables, en medio de rumores de otros posibles atentados que podrían efectuarse en cualquier momento. En tanto la opinión pública vacilaba en cuanto a sus preferencias electorales. El miedo hizo lo suyo, el gobierno sorprendido y contra la pared, anunciaba investigaciones y el correspondiente castigo a los culpables, mientras se desplegaban a toda prisa los cuerpos de seguridad para encontrar la pista que los llevara a los criminales en el menor tiempo posible. Nada fácil en medio de la natural perplejidad y destrucción. Lo cierto es que en las elecciones los indecisos y las faldas asustadas proclives a Rajoy cambian su voto. Gana Rodríguez Zapatero.
Desde el primer momento el social-populista se encarga de expandir el gasto público y se dedica sistemáticamente a hacer en economía y política todo lo contrario de su antecesor. La burocracia está de fiesta, los salarios suben, los gastos se multiplican. La euforia se apodera de la gente y se habla de fiebre de los nuevos ricos. Las consecuencias no podían ser mas funestas, los recursos del Tesoro Público se gastan a manos llenas. Se hacen aeropuertos en villorrios que no tenían ni cómo mantener las pistas ni aviones para viajar, ni necesidad de desplazamientos continuos, estadios, carreteras, construcciones suntuarias que no obedecen a necesidades reales ni responden a estudios serios y planificación. Lo que importa es que el Estado tenga cada vez más contratistas, los que en el mañana deben contribuir a la reelección de Zapatero. Esa obsesión por la reelección determina el comportamiento demagógico del gobierno, así como la hostilidad permanente contra las demás fuerzas políticas que no apoyan esa obsesión. Los medios de comunicación en su mayoría se pliegan a la propuesta oficial, debidamente estimulados por la generosa propaganda y otras gabelas. Sin haber hecho nada grande por España, es reelecto con relativa facilidad Rodríguez Zapatero. El cual no se baja del tren populista, ni enmienda la plana, así que España sigue por el despeñadero.
Por milagro Mariano Rajoy llega a la Presidencia y recibe la fatal herencia de su antecesor, bajo el presupuesto de que los informes que le entregaban sobre el estado de la economía eran serios. La sorpresa fue mayúscula cuando encontró que las cuentas no cuadraban y el saldo rojo mostraba un país en quiebra. Desde ese momento se compromete a sacar del bache a España, lo que resulta tarea de titanes estando Europa en virtual recesión. Y pese a que toma las severas medidas de ajuste conocidas, España necesita dinero fresco y que mejore el entorno económico del euro.
Nuestra solidaridad con España en estos momentos es absoluta y debe facilitar el comercio y los acuerdos con la madre Patria para que supere la crisis. En tanto la Cumbre Iberoamericana debe servir para que nuestros gobernantes entiendan el viejo ciclo de las vacas gordas y las vacas flacas, para que no se repita esa situación en Hispanoamérica.