* Difícil escenario tras caída del gobierno Draghi
* ¿El nuevo Ejecutivo podría favorecer a Rusia?
La caída del gobierno de Mario Draghi, en medio de las impactantes crisis que atraviesan Italia, Europa y el mundo por la guerra de Ucrania, la inflación y el desorden del clima, crea -con razón- una situación de alarma y de enorme expectativa por el desenlace y las consecuencias de esta grave contingencia política.
Con su enorme prestigio de hombre sabio, serio, eficiente y conciliador, en el año y medio de su mandato Draghi había logrado apaciguar las tormentas que hundieron a su antecesor, Giuseppe Conte. Estabilizó el país, lo puso de nuevo por las rutas del trabajo y el progreso y le devolvió respetabilidad, influencia y credibilidad a la siempre turbulenta política local. La autoridad de haber ejercido con éxito la presidencia del Banco Central Europeo, entre 2011 y 2019, le dio ascendencia especial a Italia en las instituciones de la Unión Europea, fortalecida por el apoyo firme de Roma a la OTAN, Ucrania y las sanciones a Rusia.
Pero los inesperados y contundentes torpedos del populista Movimiento Cinco Estrellas, y de los de centro derecha, la Liga y Fuerza Italia, no solo pulverizaron esa estabilidad sino crearon grandes inquietudes dentro y fuera de esa nación, que es la tercera mayor economía del viejo continente.
En principio esto no debería ser noticia dada la enorme inestabilidad que caracteriza a la política italiana. De hecho, desde la Segunda Guerra Mundial la duración promedio de sus gobiernos es de trece meses. Pero la gran incertidumbre ahora es que las elecciones -que se realizarían en septiembre u octubre- transformen el escenario y fortalezcan a partidos de centro derecha y nacionalistas, dando tránsito a un gobierno con estilo, objetivos y proyectos diferentes de los que traía Draghi.
Para comenzar, un cambio en esa dirección pondría en peligro temas fundamentales para el presente y el futuro del país, como el desembolso de los fondos europeos para atender el PNRR (Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia), estrategia vital para estabilizar la economía y cuyo proceso tortuoso y enrevesado avanzaba en el gobierno caído. Italia solo ha logrado 10% de las metas y objetivos pactados con la UE al respecto y se teme, dentro y fuera de esa nación, que la salida de Draghi empeore ese panorama, con muy graves consecuencias para la economía.
La caída del gobierno mereció el rechazo enérgico de los principales actores económicos y se sintió de inmediato en los mercados financieros, que interpretaron que sin Draghi viene un largo período de incertidumbre. Quedan en suspenso temas tan importantes como las medidas que el Ejecutivo venía implementando para ayudar a las empresas y los hogares a afrontar los aumentos desmedidos en los costos de la energía. Muchos analistas coinciden en señalar que subirá considerablemente para Italia el costo para refinanciar su deuda -que representa más de 150% del PIB-. La desconfianza también se vio reflejada en la fuerte caía del rendimiento de los bonos del gobierno italiano a 10 años.
Pero los mayores temores a nivel local y externo se enfocan hacia la posibilidad de que un nuevo gobierno se distancie de Europa o, algo peor, que tenga afectos y nexos con Vladimir Putin. En pocas palabras: que no mantenga su lealtad con la OTAN y su apoyo a Ucrania. Las sospechas caen sobre dos de los principales protagonistas de la crisis, como lo son Silvio Berlusconi de Forza Italia, y Matteo Salvini de la Liga, ambos con vínculos personales y políticos con el líder ruso en el pasado.
Es un tema trascendental porque Draghi tuvo un rol muy importante en el logro de la contundente respuesta de Europa a la invasión rusa de Ucrania, una posición firme y unificada que no se había logrado en los anteriores ataques de Moscú a sus vecinos.
Maurizio Molinari, director de La Repubblica, el principal periódico de Italia, afirmó en una entrevista al respecto: “No hay duda, la caída de Draghi es un regalo al Kremlin”. Se trata, por ahora, de una hipótesis, pero es muy difícil prever un escenario peor que un nuevo gobierno de Italia favorable a Putin y hostil a la Unión Europea, en momentos en los cuales lo demás países mantienen su frente unido contra Rusia y, al mismo tiempo, luchan en medio de las borrascas actuales para relanzar sus economías. Si las cosas llegaren a ser así, los torpedos de los populistas de izquierda del Movimiento Cinco Estrellas y de los partidos de centro derecha, Liga y Forza Italia, traspasarían el ámbito local y tendrían alcance universal.