Epístola de Belisario Betancur
La voluntad del conservatismo
Los diversos estudios que se han realizado a lo largo de años sobre la violencia en Colombia difieren en cuanto a su orientación, criterio de análisis, fuentes de investigación e interpretación dialéctica, pero en su mayoría coinciden en señalar el factor irracional que ha envenenado una y otra vez a los bandos. Unos aducen que cayeron en las garras de la violencia por cuenta de odios heredados, otros comentan que siendo jóvenes inocentes fueron víctimas de ataques por cuenta de elementos armados de algún pueblo vecino, que por el color político les declaraba la hostilidad a muerte. Y, al ser víctimas por la ejecución de sus padres, la tortura de sus seres queridos y el incendio de sus hogares, no les quedó otro remedio que embarcarse en la violencia homicida. Cuando se les interroga sobre sus creencias políticas dan respuestas vagas y sentimentales, que no justifican aún en el caso de los horrores vividos que sigan en el negocio de la muerte. Pronto aparecen factores económicos, tendencias ancestrales a la barbarie primitiva e instintos compulsivos que el desarraigo en el que viven los induce a despreciar la vida de los demás y dejarse llevar fatalmente por los bajos instintos sangrientos. Esa es la radiografía que hacen la mayoría de los cronistas que no caen en la interpretación sesgada del conflicto armado, sustentado con fundamento en la lucha de clases.
Los políticos colombianos que se han ocupado del conflicto armado y de alcanzar la paz, por lo general, entienden que los argumentos de la izquierda revolucionaria, producto de la guerra fría, en el mundo de hoy carecen de validez. El comunismo en los países que imperó, algunos de los más extensos y ricos del mundo, sucumbió en lo económico. Incluso en la Cuba castrista, que algunos políticos radicales de Colombia exaltaban como un paraíso y modelo a seguir, que llegó a tener el más alto nivel de vida y de ingresos de la región, en la actualidad semeja a un gran campo de concentración en el cual todos los habitantes del paraíso, menos los de la nomenclatura, padecen de hambre y desesperante aburrimiento. Así que la violencia de izquierda, más aún cuando Rusia y China siguen un modelo neocapitalista, dejando atrás el socialismo marxista, es un anacronismo. Y tampoco los jefes de la subversión ni sus milicianos parecen conocer a fondo las doctrinas de Marx, apenas repiten de memoria algunas consignas en sus comunicados, sin que el grueso se de sus seguidores tenga idea de qué es el Marxismo. Y muchos de los milicianos carecen de la mínima formación política y en múltiples casos se alistaron por la paga, situación que los llevó a quedar atrapados en una guerra sin sentido, por lo que, a la primera oportunidad desertan y denuncian a sus jefes. Estamos hablando de una minoría que no llega al 0.1% de la población, la que en otro país, sin la extensión de nuestro territorio y con cultivos ilícitos, imponentes cordilleras, ríos tormentosos y selvas en las que se refugian, habría sido apenas un caso de policía, en el cual uno a uno se habría capturado o abatido a sus jefes, como cualquier pandilla de mafiosos.
Tales antecedentes y el anacronismo de la violencia colombiana llevan a nuestros hombres de Estado a pensar en la paz. El expresidente Belisario Betancur, en memorable escrito epistolar que compartimos, se ha dirigido al presidente del Directorio Nacional Conservador, Omar Yepes Alzate, para expresar que: “Por querer mantenerme, voluntariamente, inmerso en un silencio político me disculpo de no asistir (a la Convención conservadora) pero mi pensamiento fondea en torno a la urgencia de paz, que todos los colombianos buscamos con anhelo, cada quien a su manera. -El presidente Santos, a través del lúcido Grupo de Negociadores en La Habana-”. Y advierte: “En el actual trayecto histórico la prioridad para Colombia es el afianzamiento de la paz ya cercana. Y pienso que, como advertía Kant desde finales del siglo XVIII, ese es el compromiso fundamental del ser humano, máxime para los colombianos tras el absurdo desgaste de más de medio siglo de violencia. Por consiguiente, nuestro imperativo categórico como personas y como convencionistas, debe ser apoyar el proceso de paz, fortalecerlo, consolidarlo hacia su afianzamiento jurídico y moral en el postconflicto. Esta es una visión futurista de nuestro Partido, desde el punto de vista de las ideas fundamentales pregonadas por el visionario que fue Álvaro Gómez Hurtado”.
EL NUEVO SIGLO se suma a la patriótica sugerencia del expresidente Belisario Betancur por la paz que busca el presidente Juan Manuel Santos y concita a los dirigentes conservadores a que proclamen su apoyo a la civilidad y la convivencia en el país, en la convicción de que se trata de conquistar la paz con honor, y sin impunidad.