El feroz y sangriento ataque terrorista en Kenia, transmitido por los medios de comunicación del orbe, conmueve, enluta y desgarra de dolor al pueblo de ese país azotado por los inmisericordes y constantes atentados contra la población civil, en especial contra las comunidades de católicos. El 2 de abril pasado desalmados terroristas somalíes islámicos asesinaron a 148 personas en la Universidad de Garissa. Los terroristas fueron identificados como militantes del grupo islámico Al Shabab. La cobarde acción terrorista perpetrada por un comando de una docena de elementos armados sorprendió a las indefensas víctimas, que en tiempo de oración y reflexión por la muerte de Jesucristo, intentaban superar espiritualmente la tormenta de violencia que estremece a su país. Se sabe que las víctimas en algunos casos murieron sin saber la causa del endiablado atentado, dejando en sus rostros un rictus de honda congoja y dolor. Unos pocos sobrevivientes han relatado la forma despiadada y sistemática como fueron perseguidos y rematados los universitarios que cayeron abatidos por el fuego cruzado de los asesinos. Según testigos la pandilla de fríos genocidas se divirtió un rato golpeando a puntapiés las cabezas de los muertos.
Los terroristas sostienen que el bárbaro ataque se hizo en respuesta a los crímenes que ha cometido el Gobierno contra sus militantes en Somalia, donde las tropas de Kenia matan sin fórmula de juicio a los prisioneros. Según el modelo del EI que se extiende y repite en la región, las ejecuciones y los genocidios se dan a la publicidad, con la finalidad de aterrorizar a la población. Los terroristas de Al Shabab, justifican su criminal acción al afirmar que: “Esta va a ser una guerra horripilante de la que ustedes, el pueblo keniano, son las primeras víctimas”. Las autoridades de Kenia han ofrecido una jugosa recompensa en dólares a quien informe sobre el paradero de los terroristas.
El Papa Francisco está consternado con la noticia de la muerte de tantos inocentes cristianos, lo que corrobora su sentencia en la que afirma que en pleno siglo XXI son más los mártires que caen por la fe en Cristo, que los de otros siglos que nos antecedieron. Por lo que invitó a orar por las víctimas: “Pedimos a Jesús victorioso que alivie el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen injustamente las consecuencias de los conflictos y las violencias que se están produciendo”.