*De Mutis a Patarroyo
*Una vida al servicio de la humanidad
Desde los días lejanos de la Expedición Botánica no ha tenido Colombia un impulsor de la cultura y la investigación de la talla y capacidad de conseguir recursos, emplearlos bien y producir resultados, como José Celestino Mutis. Cuando se revisa la historia oficial se consigna que el final del Imperio Español en América estuvo signado por el oscurantismo y el descuido de las artes y los estudios superiores. Eso se repite como un rosario por los que a la ligera repasan esos tiempos, para desacreditar y desvirtuar los grandes esfuerzos que se hicieron por la cultura en esta esquina olvidada del Imperio. El sabio Mutis, como se le conoce, desdeñó la corte madrileña y se vino a vivir a Santa Fe de Bogotá, donde emprendió notables empresas de investigación y comerciales, casi sin parangón en otras latitudes. La Expedición Botánica es un trabajo extraordinario, en el cual participaron sabios criollos que se destacaron por notable inteligencia. Ellos se habían formado en universidades locales o con preceptores nuestros. Por entonces, había más universidades en nuestra región que en las 13 colonias de Norteamérica, que ya habían librado la guerra de Independencia y establecido el sistema republicano en su país. Así que la Independencia y los acontecimientos que se sucedieron a partir de la prisión de los reyes de España, obedecen, en un principio, a factores exógenos, así se conviertan luego en guerra civil y separatista o de independencia.
Resulta interesante comparar los esfuerzos de Mutis por la cultura y la investigación, como los recursos que se invirtieron entonces y las gentes que participaron bajo su orientación en la formidable empresa, con las inversiones durante la Republica en la misma actividad. La ciencia ha estado expósita en el país, abandonada por el Estado en no pocos casos, ignorada por los legisladores y por los políticos, que no siempre entienden su importancia. Lo que de alguna manera tiende a cambiar en los últimos tiempos. Mientras en los Estados Unidos, la Universidad está ligada desde sus inicios a la investigación, las necesidades del Gobierno y la sociedad, en tanto cuenta con la comunicación permanente con el sector privado, en el país hasta ahora se hacen esfuerzos en ese sentido.
Y cuando se destinan fondos apreciables del Estado para investigación no siempre se emplean como es debido, se utiliza buena parte en burocracia y en gastos que desvirtúan la finalidad que se busca. Lo peor es que en ocasiones se persigue a los investigadores. El caso de Elkin Patarroyo, uno de los investigadores más notables y capaces, es elocuente. Se trata de un científico que dedica su vida a intentar curar por medio de vacunas químicas enfermedades que atacan al ser humano, le deparan terribles sufrimientos y a los que peor les va los manda a la tumba. El científico lleva décadas de su existencia con muchísimas noches en vela dedicadas a encontrar cómo salvar a millones de seres, en su mayoría los más pobres que padecen horribles males y languidecen en pésimas condiciones de vida. Para sus estudios necesita experimentar con micos, que tienen cierto parecido constitucional con los humanos. Sin esas investigaciones es imposible avanzar en sus ambiciosos proyectos de derrotar varias de las enfermedades endémicas que azotan a la humanidad. Pues resulta que no faltan los que lo acusan de abominar y perseguir a los animales, que desean que sus proyectos científicos fracasen y evitar triunfe sobre la enfermedad y beneficie a millones de seres. La envidia y la incomprensión buscan desacreditarlo y desean frustrar sus investigaciones. Por fortuna el carácter indomable del científico no se deja arredrar y sigue su trabajo humanitario con fervor y humildad.
Se le reconoce a Patarroyo como uno de los pioneros colombianos en el medio científico desde 1987 por los experimentos en humanos de zonas endémicas de un protocolo de vacuna sintética y los importantes avances subsiguientes, para combatir la malaria, una enfermedad mutante. Resulta increíble que gentes que no entienden los avances de la ciencia y los alcances de la investigación que orienta el científico colombiano, como el significado portentoso para la humanidad de culminar su trabajo, no vacilan en intentar paralizar su actividad. Es doloroso constatar que un elemento tan valioso deba gastar más tiempo defendiendo su actividad científica y en la consecución de recursos que en la investigación. Es incomprensible que el Estado colombiano no le apoye más y le evite ese desgaste de energías