China se ha convertido en uno de los músculos financieros más poderosos del mundo. Se anuncian miles de millones de dólares para Brasil, lo mismo que a otros países de la región. Ya en el 2009 y en el 2010 se estableció que dos bancos oficiales de esa potencia prestaron más dinero a los países en desarrollo que el Banco Mundial.
El diario The Financial Times reseña cómo el China Development Bank y el China Export Import Bank ofrecieron préstamos a gobiernos y compañías de países en desarrollo por valor de US$ 110.000 millones en 2009 y 2010, mientras que por esas calendas el Banco Mundial les prestó unos US$ 100.000 millones. Y se anuncia que la señora Dilma Rousseff está por hipotecar el Brasil a los chinos con un préstamo de US$ 50.000 millones. Se trata de un verdadero salvavidas financiero a un gobierno cuya popularidad está por el suelo y al cual se le pide la renuncia a diario en las calles de sus grandes ciudades. Venezuela, Argentina, Ecuador y otros países de la zona también dependen en sus finanzas de China.
La política financiera china se mueve dentro de un criterio geopolítico a largo plazo, que prevalece en su política exterior, por cuanto tienen interés en las materias primas de Hispanoamérica. Lo mismo que al prestarles consiguen garantizar la venta de productos suyos en la zona.
Esa política de avanzar con la chequera en mano la ensayaron primero con los Estados Unidos. China es el primer prestamista de la banca oficial estadounidense y tiene la mayor reserva internacional de dólares y títulos de su gobierno, por lo que le interesa que el dólar no se desvalorice y contribuye en especial a que pudiesen activar una política de bajos intereses para favorecer la economía. Según informes de fuentes confiables, “en la década pasada, China invirtió más de un billón de dólares en bonos del Gobierno norteamericano y deuda hipotecaria con garantía federal”. Entre esos fondos que maneja Estados Unidos del exterior, uno de los grandes contribuyentes es Taiwán, cuyas reservas monetarias son cuantiosas.