El divertido episodio en el que el presidente de la República, Juan Manuel Santos, le recuerda al país que él es el dueño de la chequera no debería pasar a mayores. Se trata, simplemente, de recordar que es el jefe del Gobierno que pretende la revolución de la infraestructura, luego de décadas de negligencia y atraso.
Por supuesto, el recorderis viene señalado por cuanto el viento de cola que deja el vicepresidente Germán Vargas Lleras en los anuncios de la apertura de licitaciones y la inauguración de las obras es motivo de aplauso y agradecimiento en las diferentes regiones. Y lo es así, claro está, porque en el país hubo siempre mucha chequera, pero lo que faltaba era la debida aplicación de los recursos públicos.
Una cosa, ciertamente, son los miles de power point que suelen mostrarse a diario en los despachos institucionales y muy otra llevar a cabo esos propósitos. Si bien el Plan de Desarrollo exige una ejecución puntual del Presupuesto Nacional y los tableros demuestran que se han gastado los recursos, en muchas ocasiones las obras son deficientes o inútiles.
Gracias a la eficacia que ha venido demostrando Vargas Lleras, desde que ideó hace un lustro el programa de vivienda prioritaria, ha puesto al país a pensar en grande con la construcción de carreteras, puentes, viaductos, puertos y aeropuertos. Y es por ello que, coloquialmente, alcaldes y gobernadores suelen decir que tiene la chequera. Es un modo popular, desde luego, para que, como dijo en estos días el Gobernador del Cesar, se deje en claro que es a él a quien hay que acudir para montarse en la locomotora de la infraestructura. Entre otras cosas porque Vargas Lleras vive las 24 horas disponible para hablar con las comunidades y sus representantes a fin de resolver los problemas y romper la ineficacia burocrática. Y eso, sin duda, es un aliciente en medio del sopor al que en muchos casos están acostumbrados los despachos gubernativos a nivel municipal, regional y nacional.
El debate político abierto con el cuento de la chequera procede de las presiones sobre el Presidente de la República de miembros de la coalición gubernamental que no quieren dejar que Vargas Lleras tome el vuelo que hace tiempo viene tomando. Parecen homúnculos que tratan de ganar estatura a partir de las zancadillas y las mezquindades. Pero la gente del común sabe, por fuera de las trapisondas políticas, que el presidente Santos tiene en Vargas Lleras su mejor aliado para sacar a Colombia adelante y es ese binomio lo que ha permitido la división del trabajo entre los dos máximos representantes del Ejecutivo, el uno dedicado al proceso de La Habana y la diplomacia por la paz, y el otro a recorrer el país, revisar las obras y escuchar a las comunidades. No en vano es el Vicepresidente, según las encuestas, el servidor más popular del Gobierno y el sector que coordina el mejor calificado. Y tal sea por ello también que su partido político fue el gran triunfador de las últimas elecciones.
De suyo, Vargas Lleras jamás ha pisado el territorio que le ha sido vedado por cuenta de que la paz se maneja única y exclusivamente en cabeza del Jefe de Estado y sus negociadores. Está bien que se haya dedicado a las funciones presidenciales delegadas, tal y como se dijo, cuando fue seleccionado en el tiquete por la Casa de Nariño.
No tiene por qué haber, por lo tanto, ninguna tensión al interior del Gobierno, cuando se sabe que los ocho millones de votos de la segunda vuelta fueron obtenidos por Santos-Vargas Lleras. Es posible, claro, que un presidente como Barack Obama no le recuerde al país, y menos a Joseph Biden, sobre quién es el dueño de la chequera en Estados Unidos. En realidad, no hay dueños, porque lo único que los colombianos quieren es que los recursos, provenientes de los impuestos, de las tarifas, de las materias primas y del endeudamiento estatal, sean bien invertidos. Y eso es precisamente lo que está haciendo el Vicepresidente de la República, duélale o no a ciertos enemigos gratuitos. De manera que sí, claro que sí, el presidente Santos tiene la chequera, haciendo buen uso de ella en cabeza de Vargas Lleras.