LA opinión pública en algunos países tiende a acostumbrarse a la guerra. En sus inicios a diario salían titulares en primera en los grandes diarios del globo, mostrando los primeros disparos entre el Gobierno y los opositores en Siria. La ONU y los organismos internacionales, como las grandes potencias se mostraban propicios a una solución pacifica. Con el paso de los días y los sangrientos ataques y contraataques, poco a poco las noticias de la confrontación pasan a un segundo plano. Entre tanto las ciudades permanecen en llamas, con su infraestructura destruida, los edificios oficiales arrasados, lo mismo que las casas de los particulares, las calles, los acueductos, los mercados, colegios, universidades, hospitales, las empresas, comercios y antiguos lugares históricos, están en ruinas. Varios de los miembros de la cúpula oficial han caído, unos pocos se han refugiado en el exterior. El Régimen proclama que prefiere morir en la lucha que entregarse, los grupos armadas, sin mayor control se multiplican, lo mismo que los saqueos y ataques a la población civil.
El Gobierno se mantiene firme en su decisión de no ceder ni un milímetro sin lucha, en la medida que las bandas que lo atacan consiguen cada vez mas armamento y ayuda del exterior. El mapa de la región cambia y como en su momento en Libia, lo único seguro es que la población civil lleva la peor parte. Como se sabe en la ONU nadie se pone de acuerdo en el Consejo de Seguridad, que tiene poder de veto, así que no pueden por ahora intervenir. Y en caso de hacerlo, más adelante, ya Siria estará destruida. Así vemos países que se forjaron modernamente en lugares donde estuvieron antes civilizaciones milenarias, sumidos en la barbarie homicida más cruel.
Entre las recientes noticias que llegan de Siria se informa que el Ejército combate en una y otra ofensiva para aniquilar los últimos bastiones de resistencia en Homs, la ciudad asolada que los rebeldes han bautizado como la "capital de la revolución”. Y los bombardeos siguen, cuando se ataca la ciudad entera, como ocurre en el momento de escribir las presentes líneas, mujeres, niños y ancianos desparecen. Familias enteras pierden la vida, otros quedan huérfanos o lisiados para siempre. Y un futuro doloroso y terrible espera a las generaciones sucesivas.
Entre tanto la intervención internacional en el ensangrentado suelo de Siria es cada vez más intensa y abierta. Las noticias dan cuenta de la ira de Turquía, que a los impactos en su territorio de un obús sirio ha disparado contra blancos del Ejército leal al presidente Bashar al-Asad. El Gobierno de Siria informa que va a responder a los ataques, que no se va quedar cruzado de brazos mientras bombardean su territorio desde el exterior. Con la movilidad y los desplazamientos que se producen entre los combatientes y de brigadas internacionales que se enfrentan al Régimen, al buscar refugio en países vecinos el conflicto se extiende, puesto que el Ejército en momentos cruciales de la guerra no se detiene en la frontera. Así que todo indica que el conflicto puede extenderse de manera implacable. Lo que no se sabe es qué van a hacer las potencias. Rusia no se va a dejar sacar a empellones de Siria, ni puede irse de improviso.
El Régimen sirio afirma que no está dispuesto a tolerar que el Gobierno de Turquía vuelva a intervenir en la región como en tiempos del antiguo Imperio Otomano. Así que rechaza la propuesta del Gobierno turco de proponer “un período de transición dirigido por el actual vice-presidente sirio, Farouk al Chareh, que reemplazaría a Asad”. A su vez, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, advierte contra una escalada en "extremo peligrosa del conflicto en la región”. Sin duda la noción misma de la defensa de los Derechos Humanos, que proclama la ONU como una de las razones de ser de la institución internacional, se viola a diario y su impotencia es evidente. Por lo que el mundo contempla en pleno siglo XXI cómo parte del Medio Oriente se derrumba en aciagas guerras que ni los que combaten comprenden en su integridad, ni pueden explicar. Pareciera que en este momento desgarrador del conflicto entre la población civil se reparten armas y las bandas no solamente disparan contra el Gobierno, se dispara contra lo que se mueva, contra todos, sin freno, sin control. Y pasada la lucha contra el dictador como en el caso de Libia, esas bandas seguirán matando, extorsionando y asesinado, en ataques estremecedores contra la población. Hasta que alguien consiga poner orden, posiblemente nuevos autócratas, puesto que sobre las ruinas de las ciudades la planta de la democracia difícilmente crece.