Puerto Brisa, apuesta ambiciosa
Competitividad y redes de transporte
En un mundo de economía globalizada y en el que una de las claves de la competitividad radica, precisamente, en la eficiencia de las redes de transporte terrestre, aéreo y marítimo, es evidente que el desarrollo de infraestructura es una prioridad pública y privada. Esta más que comprobado que en la escala de precios de cualquier producto uno de los componentes que más pesa es el costo del transporte del mismo desde la fuente de producción al consumidor final. Es allí en donde las redes viales, aeroportuarias y portuarias juegan un papel primordial, no sólo en materia de los valores finales de las mercancías transadas, sino en cuanto a tiempo de entregas, agilidad de transporte, plataformas tecnológicas, rentabilidad de la operación, así como en el cumplimiento de estándares ambientales y de calidad en el servicio. Es allí, sustancialmente, en donde radica la brecha que separa a los mercados dinámicos para comerciar materias primas o manufacturadas, de aquellos que por su atraso en la infraestructura perciben apenas una pequeña porción de los valores de venta final al consumidor.
Es, precisamente, en ese escenario en donde noticias como la inauguración oficial ayer de la terminal portuaria multipropósito en Dibulla, en La Guajira, se constituyen en una muestra más de cómo la apuesta de Colombia por disminuir sus falencias en infraestructura de transporte debe llevar a corto y medianos plazos a superar uno de los principales escollos que padecemos para convertirnos en un país más competitivo, sobre todo en momentos en que varios de los tratados de libre comercio negociados y firmados en la última década ya están en plena ejecución.
Ubicado a 74 kilómetros de Riohacha y 94 de Santa Marta, Puerto Brisa busca ser una de las principales terminales de carga y descargue en el Mar Caribe. Posee una profundidad de 66 pies y será capaz de recibir buques de hasta 180.000 toneladas. Ello es clave en momentos en que toda la infraestructura portuaria en el hemisferio occidental se encuentra ante el reto de poder recibir los buques cargueros del tipo “postpanamax”, cuyo tráfico se incrementará una vez entre en pleno funcionamiento la ampliación del Canal de Panamá.
En esta primera fase, Brisa se enfocará en operaciones de almacenamiento y exportación de petróleo y carbón, pero también en las de combustible, aceite de palma, diésel, petrocoque, gas licuado, asfalto, cemento y químicos, entre otros. Para ello cuenta con una amplia capacidad de carga (5.000 toneladas por hora) y las ventajas propias de ser una zona franca, que debe atraer en pocos años empresas de comercio, industriales y de servicios, motivadas no solo por la ubicación estratégica del puerto, sino por los incentivos tributarios.
Se trata, como se dijo, de un proyecto de largo plazo, cuya operación aumentará cuando entre la segunda fase, en la cual se prevé la construcción de 325 millas de línea férrea que conecte el puerto con la red ferroviaria nacional. Ya en una tercera fase se tienen planeados cinco muelles adicionales para el manejo de contenedores y carga general. Entonces Puerto Brisa se expandirá para convertirse en un centro de transbordo regional e internacional.
La concepción del proyecto es un ejemplo de cómo se deben complementar los objetivos productivos con las obligaciones de protección ambiental en las operaciones de embarque y desembarque de productos potencialmente contaminantes del ecosistema marino y regional. El cumplimiento de los estándares exigidos por la Agencia Nacional de Licencias Ambientales así como el haber finalizado el siempre complejo y accidentado proceso de concertación con las comunidades impactadas por el proyecto, ponen de presente que Colombia puede implementar desarrollos productivos ambiental y socialmente sostenibles, por más problemas y desencuentros que se presenten en el camino.
Colombia necesita que esta clase de noticias en materia de infraestructura portuaria se multipliquen al mismo ritmo que lo están haciendo los avances en red vial, como es el caso de los proyectos de autopistas de Cuarta Generación, y los programas de modernización y ampliación de aeropuertos. Sólo así nuestro país podrá subir en el índice de competitividad y aprovechar en mejor forma el acceso a atractivos y rentables mercados por cuenta de los tratados de libre comercio. Mientras el país no supere el atraso vial, férreo y aeroportuario que padece hace décadas, arrastrará un lastre productivo y comercial muy pesado. Modernizar la infraestructura se erige como un reto nacional de muchos quilates.