+ Prioridad para el nuevo gobierno
* El preponderante factor externo
Si bien solo la próxima semana el DANE revelará cuánto creció la inflación durante este mes, la preocupación sobre la escalada alcista crece día tras día. Ya en junio el Índice de Precios al Consumidor (IPC) anualizado se ubicó en 9,67%, un dato que no veía hace más de dos décadas.
Aunque se esperaba que en el arranque del segundo semestre la carestía de la canasta familiar empezara a retroceder, el propio director de la entidad estadística anunció el martes que es muy posible que para este séptimo mes el costo de vida se ubique por encima de los dos dígitos, es decir del 10%. Habría que retroceder a mayo de 2000 para encontrar una cifra parecida.
El pronóstico del DANE se basa no solo en sus variables de medición, sino en una encuesta con los jefes de hogar. Aunque en su último informe sobre las perspectivas inflacionarias el Banco de la República había señalado que la curva podría estabilizarse, varios gremios de la producción, sobre todo del agro, insistieron en que mientras se mantuviera la escasez global de agroinsumos y alimentos básicos -como el trigo- sería muy difícil que el costo de vida a nivel local empezara a bajar.
Con la guerra en Ucrania caminando ya el sexto mes y sin mayores expectativas de una solución negociada con Rusia a corto plazo, es evidente que la incertidumbre económica global derivada es el principal factor inflacionario a nivel mundial. Si bien la semana pasada los gobiernos de Moscú y Kiev (que concentran buena parte de las exportaciones de trigo y son grandes jugadores en la producción de agroinsumos) firmaron un acuerdo para reanudar -en medio de las hostilidades- las ventas granos y abonos por el Mar Negro, el ataque ruso el fin de semana a un puerto de Odesa disparó el escepticismo sobre la posibilidad de que las operaciones comerciales finalmente se puedan reactivar en los próximos días y comenzar así a frenar la escalada inflacionaria mundial, incluso manteniéndose la cresta de precios del petróleo y el gas.
Ahora, el conflicto ucraniano no es el único factor disparador de la carestía global, que no solo tiene graves efectos socioeconómicos en todos los países, sino que frenó el ritmo de la reactivación pospandemia. También está influyendo el enfriamiento económico chino, así como las alertas sobre un riesgo de recesión en Estados Unidos, percepción que la Casa Blanca no ha podido revertir. De hecho, tras varias semanas de expectativa y tensión, ayer la Reserva Federal aumentó de nuevo sus tipos de interés para contrarrestar la subida inflacionaria, la más alta en cuatro décadas, al igual que ocurre en naciones de otras latitudes.
Visto todo lo anterior, se entiende la preocupación creciente en Colombia por el rumbo de una inflación que entre enero y junio creció 7,09%, más del doble del 3,13% registrado en el primer semestre del año pasado. El Banco de la República ha tratado de contener el impacto de la carestía de alimentos y otros productos básicos aplicando la misma medida contracíclica generalizada a nivel global: subir sus tasas de interés, llevándolas a un histórico 7,5%, que podría aumentar en la reunión mañana. Sin embargo, es claro que el impacto de este plan de acción es muy relativo, ya que, como se dijo, el principal factor disparador del costo de vida es el incierto panorama externo. Los altibajos del dólar en las últimas semanas son una prueba de ello.
Así las cosas, resulta evidente que enfrentar la escalada inflacionaria, que tiene contra la pared a millones de familias en el país, se impone como la prioridad del gobierno entrante de Gustavo Petro, incluso por encima de la presentación al Congreso del proyecto de reforma tributaria, la aprobación del presupuesto general para 2023 o la redacción del Plan de Desarrollo. Como se sabe, hay una gran cantidad de tarifas de servicios públicos y otros costos oficiales y privados atados al crecimiento del IPC. A ello se suma que a finales de octubre comenzará el pulso por el aumento salarial del próximo año. En ambas instancias el costo de vida es elemento esencial a la hora de toma de decisiones y medición de impacto económico, laboral, social y fiscal.
Aunque, como se dijo, desactivar la presión inflacionaria depende en gran parte de factores externos, se requiere audacia y creatividad a nivel local para amortiguar en el entretanto el duro coletazo de la carestía. El gobierno entrante debe alistar un plan de choque y aplicarlo desde el día uno de su gestión.