Incógnitas de Sheinbaum | El Nuevo Siglo
Martes, 4 de Junio de 2024

¿Hacia la reelección de López Obrador?

* La ruta incierta del nuevo PRI mexicano

 

Lo más interesante de la última elección presidencial en México no fue el triunfo de Claudia Sheinbaum, que no constituyó sorpresa alguna y se daba por descontado, sino cuanta independencia podrá mantener frente a su antecesor y si podrá tener un estilo de gobierno diferente, con identidad propia.

Como se sabe, México es bastante dado a los partidos hegemónicos y prefiere ese tipo de estructuración política a aquella donde existen diversas opciones con vocación de poder. En esta oportunidad la noticia, además de la victoria en toda la línea de la sucesora del tótem izquierdista Andrés Manuel López Obrador, fue la configuración de un nuevo PRI (Partido Revolucionario Institucional), pero esta vez en cabeza de Morena (Movimiento de Regeneración Nacional).

En efecto, con más de 33 millones de votos a su favor y una ventaja del treinta por ciento sobre su rival inmediata, además con holgadas mayorías en el Congreso y 24 gobernaciones de la misma índole, Sheinbaum es la directora de ese nuevo PRI. Es decir, una nueva entidad política de gran envergadura que será la dispensadora de todas las esperanzas en el país y que, como en otras ocasiones, tenderá a fundir las ambiciones partidistas con el Estado.

Por lo pronto, López Obrador, fundador de Morena y actual presidente de la República, ha dicho que ha cumplido con su cometido y se retirará de la política, dedicado a las labores en su hacienda de La Chingada. Sin embargo, no es del todo fácil creerlo cuando, como jefe de Estado, puso todo su influjo a favor de su pupila, exalcaldesa de ciudad de México, y cuando puede presumirse que, habiendo sido la figura determinante de la política mexicana en los últimos tiempos, poco gusto podrá tener por una jubilación anticipada o simplemente contentarse con ser el “poder en la sombra”. Porque a cualquiera familiarizado con la trayectoria de López Obrador le es fácil deducir que, desde el comienzo, ha vivido por y para la política. De hecho, podría decirse que a pocos cabe de forma tan nítida aquel mote aristotélico de “animal político”.

Quien sabe, pues, si López Obrador aguante aquello de ser un león en la jaula. Mucho menos cuando, con esas mayorías absolutas en el Congreso, Morena tiene el camino expedito para modificar lo que a bien tenga de la Constitución. Ya no solo, pues, en relación con el Consejo Nacional Electoral o la composición de la Corte Suprema de Justicia, sino en particular en torno de la prohibición de la reelección presidencial. Y es ahí donde López Obrador podrá ser la carta para las próximas elecciones. No sólo por él. También por los áulicos que pedirán su reincorporación al solio, a partir del cambio de los preceptos constitucionales.

Es probable, en principio, que Sheinbaum no se aparte de los dictámenes, recónditos o explícitos, de su jefe. Pero si bien es claro que comparten elementos ideológicos y ciertas tendencias populistas tampoco puede decirse que han tenido la misma línea de acción. En ese sentido, si algo es evidente en la presidenta electa de México es su identidad y los soportes profesionales diferentes a los de su antecesor. En esa dirección, Sheinbaum, una mujer de 61 años de origen judío, ha sido cuidadosa en guardar la coherencia política, lo cual le ha permitido llegar a las instancias en que se encuentra, no obstante, se trata de una experta en cambio climático con un doctorado en ingeniería ambiental, lejos del activismo virtual en el que muchos confunden la materia y proclive a los beneficios de la tecnocracia. Incluso, como alcaldesa de una de las ciudades más pobladas del mundo, mantuvo sin ambivalencias el principio de autoridad frente al crimen. Y, de otra parte, fue reconocida por trabajar de la mano con el sector privado, antes que desmedrarlo y ahuyentarlo, al estilo de lo hecho por el creador de Morena.

No quiere decir, ciertamente, que la nueva mandataria no considere un papel sustancial del Estado y los deberes sociales. Pero de la misma forma, antes que menoscabar las funciones básicas estatales, su campaña presidencial se fundamentó en la consigna de “cero-impunidad”, es decir, a distancias de la línea contemporizadora de López Obrador con los narco-ejércitos irregulares, el auge de los homicidios y la inseguridad, y la manga ancha anarquizante. Esa sola circunstancia implica, de antemano, un viraje de ciento ochenta grados.

Igualmente, su agenda estará signada por el tema de la inmigración y mucho de ello está pendiente de las próximas elecciones en Estados Unidos. Pero en cuanto a otros aspectos, Sheinbaum tiene la gran oportunidad de sacar provecho del nearshoring, utilizar la situación geográfica privilegiada de su país como núcleo inversionista mundial frente al mercado estadounidense, y dejar atrás el casi nulo crecimiento económico de López Obrador. Sin duda, México se merece un desempeño mejor.