Impactar, el reto | El Nuevo Siglo
Martes, 24 de Julio de 2012

* Por una eficiente rendición de cuentas

* Más allá de las cifras y los porcentajes

 

Al llegar al meridiano de su mandato, el Gobierno actual emprendió lo que ha denominado la “vuelta a Colombia” para hacer una rendición de cuentas sobre lo realizado en estos dos primeros años de gestión, lo que está pendiente y cuáles deben ser los resultados esperados hacia el 2014. Se trata de un ejercicio que más que plausible, es obligatorio, más aún dentro de la plataforma de acción política del Ejecutivo, que se basa en el Buen Gobierno y cuyas columnas vertebrales son, como lo admitió el propio Presidente de la República, la eficiencia, eficacia, transparencia y rendición de cuentas.

Sin embargo, si algo dejaron en evidencia las rendiciones de cuentas gubernamentales anteriores, así como las que periódicamente hacen gobernadores, alcaldes y otros altos funcionarios, es que debe definirse muy bien el mecanismo a utilizar para que la ciudadanía no sólo interiorice ese parte de gestión, sino que reconozca objetivamente lo positivo y también esté consciente de las falencias e incumplimientos.

Para el Gobierno nacional esta meta es aún más urgente, pues la misma Casa de Nariño ha admitido en reiteradas ocasiones que tiene un problema de comunicación, es decir, que la estrategia informativa implementada no ha permitido que la opinión pública se empape de los logros alcanzados en cada sector y programa, y, por lo tanto, en el imaginario popular prima más la percepción subjetiva que el alud de cifras y porcentajes con que se suele bombardear mediáticamente a la ciudadanía a través de la prensa y los eventos itinerantes del Presidente y sus más altos funcionarios en todo el territorio.

Por más que desde las altas esferas del poder se diga que no se gobierna al tenor de las encuestas, y está bien que así sea para evitar caer en los peligrosos terrenos del populismo y el efectismo político, que incluso en el mandato anterior llevó a incubar la desinstitucionalizadora tesis del “Estado de opinión”, es obvio que a la administración Santos le es urgente reinventar su estrategia comunicativa. El problema no está en el mensaje, pues este Gobierno tiene mucho que mostrar en materia de ejecutorias y avances concretos y medibles. El flanco débil ha estado en los canales utilizados para tratar de llevar esa información a la opinión pública, impactarla de manera directa y creíble, de forma tal que se forme un criterio objetivo y no se deje llevar por el voluble clima de la percepción coyuntural. No es un asunto desestimable, y para la muestra baste con mencionar la eterna polémica entre quienes piensan o aseguran que la seguridad y el orden público están desmejorando gravemente, y los voceros oficiales que, estadísticas en mano sobre índices y prevalencia de delitos, sostienen lo contrario.

Aunque en algunos sectores y analistas consideren que es un tema menor, de forma y que raya incluso en lo estético, es clave que se profundice en si el Presidente y sus ministros deben dedicarse más a la microgerencia o no; delegar menos y hacerse más visibles en las regiones para abanderar proyectos puntuales; renovar las campañas publicitarias institucionales, incluyendo los eslogan; repensar la forma en que los altos funcionarios se ponen en contacto directo con la ciudadanía; e incluso redefinir cuáles deben ser los planes y proyectos a los que se debe hacer más énfasis mediático…

El Gobierno sabe que hay un problema de comunicación y debe ser más agresivo e ingenioso para hacerle frente. Las maratónicas jornadas televisadas, llenas de largos discursos, aludes de cifras y gráficos complejos, tienen un grado de impacto no sólo deficiente sino con un alcance limitado en cuanto a público masivo. Se requiere una reingeniería en la forma de conectar la gestión y la ciudadanía. El hecho de que unos pocos opinadores y voceros de distintos sectores de oposición puedan sembrar fácilmente dudas sobre el grado de eficiencia gubernamental en determinada circunstancia o temática, lo único que deja claro es que la Administración no ha sabido llegarle a la gente con un mensaje nítido, contundente y directo. Y mientras ello no ocurra, la percepción le seguirá ganando a las ráfagas de cifras y los porcentajes oficiales.