Hora de la inversión social | El Nuevo Siglo
Lunes, 2 de Marzo de 2020
  • Los ejes del Plan de Desarrollo en Bogotá
  • Por una política de Estado a nivel distrital

 

Si hay un elemento que diferencia el alud de promesas que se hacen en una campaña electoral y cuáles de ellas son viables es, precisamente, el Plan de Desarrollo que los presidentes, gobernadores y alcaldes deben presentar al comienzo de sus respectivos períodos para su correspondiente aprobación por parte del Congreso, las asambleas departamentales y los concejos municipales, según sea el caso. La definición de esta hoja de ruta cuatrienal cobra, entonces, una importancia trascendental ya que no solo genera el marco de acción gubernativo sino que permite a los entes de control, las instancias legislativas, las veedurías ciudadanas, la opinión pública en general e incluso, a quienes están en la oposición, el tener una base cierta para evaluar qué tan eficiente está siendo la administración de turno en el cumplimiento de las metas que se fijó y le fueron aprobadas. En otras palabras, el Plan es el más creíble termómetro del mandato en materia de eficacia programática, ejecución presupuestal, así como medición cualitativa y cuantitativa de los resultados.

El viernes pasado, la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, presentó su propuesta de Plan Distrital de Desarrollo, que tiene como ejes transversales una estrategia de inversión social y ambiental estructural de largo plazo, para la ciudad. La iniciativa, con un monto de 112 billones de pesos, tiene cinco propósitos, 30 logros de ciudad, 70 programas generales y 17 programas estratégicos, diseñados según el Palacio Liévano, con una visión local, regional, nacional y global; esta, a su vez, apuesta por sentar las bases de la integración de Bogotá con los municipios y departamentos vecinos, la Nación, actores públicos y privados, así como en acelerar el cumplimiento de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Los énfasis están definidos en la medida en que, por ejemplo, del total de metas 59 están relacionadas directamente con la disminución de la pobreza multidimensional, mediante una inversión superior a los 9,8 billones de pesos.

De entrada, la formulación de los cinco objetivos primarios apunta en la dirección de construir sobre lo construido pero enfatizando en los lineamientos programáticos ya señalados: un nuevo contrato social para incrementar la inclusión social, productiva y política; adaptar la ciudad al cambio climático cuidando la estructura ecológica principal y apostándole a una reducción de la contaminación ambiental; una urbe segura que sea epicentro de la cultura ciudadana, la paz y la reconciliación; concretar la Bogotá-Región como modelo de movilidad, creatividad, productividad incluyente y sostenible e implementar un gobierno abierto, transparente, participativo y blindado contra la corrupción.

Ahora bien, como es apenas obvio, en una ciudad que está apostando por grandes obras de infraestructura vial, como la primera línea del Metro o las nuevas troncales de Transmilenio, el 34% de los recursos va para el sector de movilidad, en tanto educación y salud tendrán asignaciones del 21% y 12%, respectivamente. El resto de políticas sectoriales tiene una destinación presupuestal menor, aunque billonaria, en la mayoría de los casos.

Como en varias ocasiones lo hemos recalcado en estas páginas, incluso desde la campaña, Bogotá es una urbe muy compleja y estructurada en materia de política pública multidisciplinaria. Por lo mismo, no puede ser pensada ni planificada en términos cortoplacistas ni cuatrienales. Tampoco es viable reformular todos sus ejes de desarrollo a cada cambio de titular en el Palacio Liévano. Bien se podría decir, entonces, que su norte de desarrollo exige establecer lineamientos programáticos de “Estado distrital” y no de gobierno. Vistos los objetivos y metas de la Administración López es claro que, pese a estar ubicada a orillas políticas e ideológicas distintas a las de su antecesor Enrique Peñalosa, su Plan de Desarrollo no parte de cero, sino que pondera y valida parte de lo dejado por la alcaldía precedente, cuyos resultados, analizados objetivamente, terminaron siendo positivos en muchos aspectos.

Lo importante ahora es que el proceso de revisión y aprobación del Plan de Desarrollo se implemente de forma eficaz y rápida. Se impone un análisis serio y ponderado por parte del Consejo Territorial de Planeación Distrital, así como una amplia participación ciudadana y de todos los sectores políticos, económicos, institucionales y sociales de la ciudad. Todo ello debe redundar en la confección de un articulado sólido y estructural que, finalmente, sea llevado a debate en el Concejo, en donde la discusión, como es apenas natural dado el mapa político imperante, será muy intensa.

Como se ve, el Plan de Desarrollo es un proceso de construcción conjunto en donde la Administración, el sector privado, la ciudadanía y el Concejo deben allanar acuerdos de alto espectro para fijar la mejor hoja de ruta para Bogotá, no solo de cara a lo que será este cuatrienio gubernamental, sino el de las próximas una o dos décadas. Ese es el objetivo central de la planificación como elemento central de la política pública. Manos a la obra.