Gentes desesperadas salen del África, acosados por la miseria y la guerra intestina, abandonan sus hogares para cruzar el mar Mediterráneo y llegar a Europa. La mayoría no cuentan con recursos, por eso viajan en embarcaciones frágiles, hacinados, con sobrecarga evidente, por lo que están al tanto de que puede ocurrir una desgracia y perder la vida en la mar. Las escenas suelen ser desgarradoras, centenares de personas que transitan por esas aguas, temblorosos, bajo el temor de ser descubiertos por los guardacostas europeos, ser detenidos y luego devueltos a sus lugares de origen, en donde muchos temen por sus vidas, ya sea por la violencia física o los efectos de la miseria. Son migraciones que se han repetido cíclicamente a través de los siglos. Incluso, los científicos chinos que estudian el origen de la humanidad sostienen que el primer lugar donde aparece el homosapiens es África, siendo su piel de color oscura, la misma que cambia con el pasar de los siglos, el crecimiento poblacional, la influencia del medio y la alimentación.
Pero hoy la situación es distinta. Los migrantes africanos en el Mediterráneo salen despavoridos de sus países, buscando un futuro menos trágico, pero son rechazados por Europa. Países como Italia y España son los mayores receptores de estas oleadas de personas. En un continente que sufre todavía crisis económica y social, crecen los fenómenos de xenofobia. En medio de ese difícil escenario, las tragedias por naufragios en el Mediterráneo se suceden cada vez con más frecuencia. En la última semana más de un millar de personas habrían muerto ahogadas, por lo que sería la peor hecatombe ocurrida en años recientes.
Mientras el mundo urge a la Unión Europea buscar medidas para frenar la racha de naufragios, un sector de la población europea es abiertamente xenófobo. El bloque comunitario tomó medidas para regular la inmigración y se espera que den resultados. Se acudirá, por ejemplo, a dispositivos permanentes de patrullaje aéreo y naval para evitar el tránsito de las embarcaciones ilegales. Sin embargo, lo claro y doloroso es que mientras subsistan las abismales desigualdades económicas y sociales de un continente a otro, la migración masiva seguirá.