Lo oculto del separatismo
La sombra de la corrupción
EN Europa, entre los más notables constitucionalistas que siguen con especial interés la evolución de la crisis española, por cuenta del separatismo a ultranza del presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, ya se habla del “premier golpista”. Por lo menos así lo indica un interesante artículo en el diario alemán Handelsblatt. Se entiende que el ‘golpe de Estado’ contra España se produce en el momento que un sector de la opinión de Cataluña enquistado en el gobierno local, resuelve desconocer la unidad nacional, para despojar de la soberanía en su suelo al conjunto del Estado ibérico y desgarrar el país, así sea por la vía electoral. Pero incluso si es así, habría que convocar a todos los españoles para que decidieran sobre esa iniciativa separatista, dado que es un tema de conveniencia nacional.
Bajo esa tesis el diario alemán insiste en señalar que “todos los estamentos jurídicos españoles, incluida la máxima institución jurídica de Cataluña, han declarado que ese hecho lleva a una fractura de la Constitución, (en tanto una elección regional no se puede considerar como un plebiscito). Una doctrina en contrario, que presuponga que las partes de una Nación pueden separase a voluntad cuando les venga en gana, establecería un principio subversivo que terminaría por disolver el Estado, puesto a que a cada crisis o por razones de interés de un grupo local, podría intentarse en contra de la Constitución y fragmentar el Estado”.
La admonición de los constitucionalistas parece importarle un higo al gobernante de Cataluña, quien en el pasado fue un enemigo acérrimo del separatismo y cambió de actitud cuando descubrió que para mantenerse en el poder le convenía apelar a la demagogia del “nacionalismo” catalán. No hay que olvidar que el regionalismo ha sido una fuerza que gravita en España, dado que desde milenios la población ha luchado por sus fueros, lo que no se debe confundir con el separatismo.
Así las cosas, Mas promueve a la luz del día un proyecto subversivo para romper la unidad de España. Y lo hace sin importar que pueda contar o no con las mayorías catalanas para esa aventura, puesto que afirma que no se requiere de la mayoría para quebrar la unidad nacional, sino que basta con la decisión política de unos cuantos para avanzar a la secesión contra el resto del Estado ibérico.
El diario alemán afirma que con esta postura el hombre de Estado, que se supone es Mas, se convierte en “enemigo del Estado”. Lo que parece importarle un higo al veterano político.
Los memoriosos recuerdan que Artur Mas, no sólo por simples cálculos electorales se pasó al bando separatista, con sus veleidades antimonárquicas, sino que lo hizo con la finalidad de desviar la atención sobre las acusaciones por corrupción y malos manejos del dinero público que ensombrecen su gestión. Es conocido que se acusa a Mas del traspaso doloso de dineros públicos a las manos de sus allegados del sector privado. En especial se critica la solidaridad manifiesta con su padrino político, Jordi Pujol, uno de los caciques implicado en sonados casos de corrupción. Esos dirigentes, dice el diario alemán, “tienen que responder ante los tribunales por qué durante tanto tiempo han insistido en que una parte del dinero que la gente pagaba en impuestos, les pertenecía. Incluso Mas, según los críticos, ha colaborado en un sistema en el que el 3 por ciento del valor de los contratos públicos y adjudicaciones se debía pagar al margen de los conductos oficiales”. Por esa vía las finanzas oficiales de Cataluña han perdido sumas millonarias, que engordan las alforjas de los corruptos.
La situación de Mas se complica cuando en España crece el reclamo de los independientes por una política limpia y drástica sanción para los políticos corruptos, lo que le ha dado gran influjo a nuevos grupos contestatarios. Es así como el movimiento ciudadano Manos Limpias, que ha iniciado numerosos procesos judiciales contra políticos corruptos, ha pedido la encarcelación del líder separatista catalán. Incluso algunos piden que se disuelvan los partidos políticos que están contra la unidad de España. A ello se suma que el rey Felipe VI advierte que “el poder político siempre tiene que respetar la Ley y los fundamentos de derecho”.