*El revanchismo de Zelaya
*La historia se repite
La campaña electoral en Honduras se libró en medio de la polarización y la tensión política que desató la actitud revanchista de los seguidores del antiguo dirigente derechista y expresidente Manuel Zelaya, un hacendado y político de corte tradicional, hasta cuando en su momento se conoció con el comandante Hugo Chávez con el cual desde un primer momento tuvo una gran empatía y se entendió en el manejo de los jugosos contratos petroleros que utilizaba este para seducir a amigos y adversarios. Con tan estimulante amistad olvidó los principios conservadores que lo habían llevado al poder y le hizo el juego al socialismo del siglo XXI. Se le acusa de violar la Constitución y de pretender de manera irregular continuar en la Presidencia de la República. Espinoso asunto que lo llevó a desafiar a la magistratura que defendía la legalidad constitucional contra sus arbitrarias ambiciones; las cosas se agravaron por el pronunciamiento desde Caracas del comandante Hugo Chávez de respaldo a Zelaya. Y dado el temperamento del gobernante venezolano sus declaraciones no se quedaron en la vana palabrería sino que se tradujeron en inmediatas acciones directas e intervención en la política interna de Honduras. Las gentes recuerdan al comandante Chávez volando sobre el espacio aéreo de Honduras y dando declaraciones de respaldo al político hondureño.
La internacionalización e intromisión de las ambiciones de Zelaya por quedarse en el poder, ligado a los proyectos políticos del comandante Chávez, desencadenaron emotivas y encontradas reacciones internas en la política local. Al violar la Constitución el presidente Zelaya desató una reacción defensiva de los políticos protectores del orden como de los sectores sociales conservadores y de las Fuerzas Armadas, temerosos de que los seguidores del gobernante fuesen armados por su aliado de Caracas y se desatara la lucha de clases. Las intervenciones del Presidente en los medios de comunicación se tornaron desafiantes y convocaba al pueblo a la rebelión. Para preservar la Constitución y restablecer la legalidad que los soldados habían jurado defender, se produjo un pronunciamiento militar, a medianoche en el 2009 los militares sorprendieron en su residencia al presidente Zelaya en rebeldía quien fue derrocado. Lo sucedió en el poder ejecutivo el presidente del Senado, Roberto Micheletti, al que no reconoció el comandante Hugo Chávez y pretendió derrocar con sus aliados del socialismo del siglo XXI. Por entonces Micheletti y el pueblo hondureño aislados internacionalmente, incluso por la OEA, los Estados Unidos y la Unión Europea, se unieron monolíticamente en una voluntad nacionalista inquebrantable, que impidió que el país cayera en la órbita del socialismo del siglo XXI.
A Micheletti lo sucedió el presidente Porfirio Lobo, un centrista y hábil político, que logró restablecer el entendimiento y la civilidad en la política, al tiempo que mantuvo el diálogo con la izquierda. El expresidente Zelaya, que se hizo famoso por la artillería verbal y desafíos a sus contrincantes, incluso cuando estuvo alojado en la Embajada de Brasil en Tegucigalpa, en un vano intento de retorno al poder y de movilizar a las masas, salió otra vez al exilio temporal y solventados sus problemas con la justicia, resolvió impulsar a su mujer Xiomara Castro para que llegara al poder. Xiomara a lo largo de la campaña demostró una natural habilidad para comunicarse con la población y moverse dentro de las turbias aguas del populismo, lo que le ganó las simpatías de la población marginal, sin conseguir avanzar como esperaba en el electorado de Tegucigalpa, cuyos votos le podrían haber dado el triunfo.
Xiomara Castro y su flamante esposo que en las campañas agitaba su pintoresco sombrero alón, a pesar del sartal de promesas de todo tipo que les hizo a las masas no le alcanzaron los votos para ganar la reñida elección. Es cuando parece que la película se repite, otra vez Manuel Zelaya sale a proclamar la victoria de su compañera, cuando ni siquiera se conocían los resultados oficiales. Y cuando el Tribunal Supremo Electoral dio por ganador al candidato de la derecha, Juan Orlando Hernández, anunció públicamente que no reconocía que: “no aceptamos los resultados del Tribunal Supremo Electoral”, como cosa rara en ese momento no apareció con el sombrero que suele llevar cuando se deja impulsar por su temperamento iconoclasta. Entre tanto los observadores nacionales e internacionales así como las autoridades electorales y los representantes de los distintos partidos en las mesas de votación, rechazaron los infundios sobre eventuales irregularidades en las elecciones. El Tribunal Electoral destacó que Juan Orlando Hernández obtuvo limpiamente el 34% y Xiomara Castro un poco más del 26%, con lo que resulta inobjetable el resultado de las elecciones y se confía que el expresidente Zelaya entre en razón. Se espera en consecuencia que cumpliendo el viejo rito democrático de ese país el próximo 27 de enero se posesione Juan Orlando Hernández.